La pornografía y demás ramas de la maquinaria del sexo, mueven miles de millones de dólares en el mundo. Su crecimiento está ligado a la expansión de los medios. Y a que eso también ha cambiado en el comportamiento sexual de las personas.
Qué lejano parece el tiempo donde el mayor acceso a la pornografía que se podía tener, eran las revistas o los sombríos cines de barrio. Las “Playboy” robadas a papá, pasaban de mano en mano entre los adolescentes como gran experiencia erótica, y los pocos que se animaban, entraban a hurtadillas a los cines destartalados que exhibían películas XXX con poca calidad y ninguna comodidad.
Parece mucho, pero en realidad no es tanto el tiempo que ha pasado para que ocurra el destape que vivimos hoy, donde sólo un clic en el teclado acerca a cualquiera a la inmensa e impactante industria del sexo, que incluye desde la pornografía, hasta los sex shops y las páginas por Internet, y que mueve alrededor de 60.000 millones de dólares en todo el mundo, según la revista Forbes. Y las cifras se calientan.
30 millones de personas se conectan diariamente en la red en busca de sexo explícito en las más de 260 millones de páginas web, de acuerdo a un estudio de N2H2, una empresa de análisis de Internet. Teclear la palabra sexo en el buscador Google arroja aproximadamente 119.000.000 resultados en una búsqueda de menos de un segundo.
Se calcula que en el mundo una 250 millones de personas son consumidoras habituales de los productos y servicios de esta industria. Solamente el porno de Estados Unidos recibe ganancias estimadas de entre 9.000 y 13.000 millones de dólares al año, de acuerdo a cifras extraoficiales; los estadounidenses gastan más de 10.000 millones de dólares anuales en pornografía, según la revista especializada Adult Video News (AVN), la publicación más respetada del sector.
En Brasil -el principal productor de cine XXX en América Latina- la pornografía factura unos 30 millones de dólares por año, de acuerdo a la Asociación Brasileña de Empresas del Mercado Erótico. Mientras que en la Unión Europea, se gastan aproximadamente 400 millones de dólares solamente en sitios pornográficos, un consumo que se acerca al 70% del total de las ganancias en Internet.
Para comprobar que la industria del sexo se democratiza cada vez más, es cosa de ver lo que pasa en la tradicional China, donde ingresan anualmente cerca de 5.000 millones de dólares solamente en productos pornográficos.
"Somos un negocio de primer orden, punto y aparte", afirma Steven Hirsch, presidente de los estudios Vivid, el principal distribuidor de películas de sexo explícito a grandes compañías del entretenimiento, como AOL Time Warner, AT&T y Direct TV.
La demanda por la pornografía es tanta, que las grandes corporaciones como AT&T, General Motors, que trabaja con automóviles, y las cadenas de hoteles Marriot, también salieron a buscar su porción del tesoro convirtiéndose en distribuidoras importantes de películas calientes.
La pornografía aparece en campañas publicitarias de marcas de jeans, en muchos videos de la cadena MTV y hasta en series de televisión como "Friends", que dedicó le un capítulo entero. Está en todas partes: en los programas de televisión, en la red, en los carteles de publicidad… Para la mayoría de expertos, el sexo ha llevado al desarrollo de las nuevas tecnologías, tal como lo expone Fred Lane en su libro, "Los beneficios de la Obscenidad: los empresarios de pornografía en la era cibernética".
Un mercado que crece
Este mercado está en búsqueda de nuevos horizontes, y la brújula apunta principalmente a América Latina, por el bajo costo de producción de las películas XXX.
En Brasil, por ejemplo, se puede "hacer una película de 90 mil dólares por 30 ó 40 mil, lo que posibilita espectaculares películas con un presupuesto más aceptable para la economía actual", explica el realizador John T. Bone a AVN.
En Estados Unidos, el epicentro de la industria está en Chatsworth, en el Valle de San Fernando (Los Angeles) donde hay más de 200 estudios. 11.000 películas se lanzan al año desde éstos. De ellas, 3.500 son nuevos lanzamientos y el resto son "re-makes".
Otro lugar que promete es México, donde la industria pornográfica comienza a emerger y los empresarios del sector quieren conquistar un mercado de 100 millones de habitantes, que hasta ahora consume este tipo de productos, como casi todos los países de la región, en forma pirata.
El boom de la industria de las películas pornográficas ha llegado a tanto y de forma tan desinhibida, que hasta tienen su propia premiación al estilo de los Oscar hollywoodenses con todo y alfombra roja. En Las Vegas, desde 1999, se organiza la Convención Anual del Porno, auspiciada por AVN News, que reúne a la mayoría de los estudios que producen y distribuyen películas de sexo, propietarios de tiendas para adultos, empresarios de la televisión, simpatizantes y curiosos.
La Convención es conocida especialmente porque allí se otorgan los AVN Awards, que también tienen su versión europea con los "Hot D'Or Awards" en Cannes, Francia. Entre los asistentes este año, en enero, estuvieron algunos famosos como un integrante de la reconocida banda de rock Motley Crüe y el boxeador Mike Tyson.
Ahora el público le da casi tanta atención a las estrellas de la industria del sexo, que a las renombradas actrices de Hollywood, y cada vez es más común ver a las famosas actrices del cine para adultos de los estudios Wicked, Vivid o VCA en librerías, tiendas de discos y los clubes nocturnos más de moda, acompañadas de celebridades de la meca del cine.
Es el caso de Jenna Jameson, la estrella que -según la revista Rolling Stone- logró trascender la industria pornográfica y a quien New York Magazine llamó un icono cultural. "Mi afán por el exhibicionismo me convirtió en estrella", dijo Jameson mientras promocionaba su libro "Cómo hacer el amor como una estrella porno", que ya está en la lista de los best-sellers más vendidos en Estados Unidos.
Una actriz del cine para adultos cobra entre 300 y 5.000 dólares por cada escena -que dura un promedio de dos horas-. El hombre que la acompaña percibe generalmente la mitad. Los actores que protagonizan películas de la industria pornográfica gay ganan entre 250 y 2.500 dólares. Pero en su libro, Jameson ocupa un espacio importante revelando los abusos y padecimientos que sufrió antes de convertirse en la número uno del sector.
Lado censurado
Y es que no todo lo que brilla es oro y menos en la pornografía. Todavía se sigue discutiendo con los protagonistas del sector la obligación de usar preservativos para evitar el VIH/sida y otras enfermedades de transmisión sexual, dado que es una industria que se regula a sí misma y que aún no existen leyes claras al respecto.
El lado oscuro de la pornografía lo es, y mucho.
Esta industria es tan poderosa, que incluso cotiza en varios mercados de valores, según informa la parlamentaria sueca Marianne Eriksson, autora de un informe sobre la multimillonaria industria del sexo. "Una industria tan bien equipada fácilmente puede estar un paso por delante de los legisladores y puede obtener ganancias de las lagunas existentes en la ley, por ejemplo, en relación con Internet y la política audiovisual", indicó en una declaración reciente ante el Parlamento sueco.
Para muchos expertos, el Internet se ha convertido en un lugar de acogida para imágenes de actos sexuales violentos e ilegales como violación, bestialidad, necrofilia y abuso de menores. El éxito y crecimiento de esta industria indigna y preocupa a grupos conservadores y religiosos, y también a las autoridades y sociedad en general, que saben lo fácil que es que un niño o un adolescente ingrese en una página de Internet y se encuentre con fuertes escenas de sexo explícito o vea una película de alto contenido sexual en la tele de su casa.
Esto ocurre más frecuentemente de lo que se cree. De acuerdo a un estudio del sitio de internet TenTop Reviews, son los niños y adolescentes los principales consumidores de pornografía. Y como una paradoja cruel, la industria pornográfica muchas veces utiliza a los niños para satisfacer las demandas de sus consumidores. Es así que el negocio de la pornografía infantil -condenado y perseguido por las autoridades de todo el mundo- genera unos 3.000 millones de dólares en ganancias al año, según una empresa de filtración de mensajes en Internet.
El oficio más viejo
"El sexo es lo que vende estos días", dice Judith Curr, de Atria Books y Washington Square Press, al periódico New York Times. Y para muchos, el sexo, bien trabajado, es también un oficio.
Según Wikipedia, “Un trabajador sexual es una persona que gana dinero mediante actividades de tipo sexual. El término a veces se emplea como un sinónimo de prostitución, pero la mayoría de estudiosos definen "trabajador sexual" incluyendo a individuos que realizan actividades sexuales o relacionadas con la industria del sexo como medio de vida, como por ejemplo bailarines y bailarinas de striptease, teleoperadoras de líneas eróticas, y actores y actrices porno.”
En Canadá, los trabajadores sexuales se han organizado en un gremio, el Gremio Canadiense para el Trabajo Erótico, que exige “la legalización del trabajo sexual, la eliminación de las regulaciones estatales sobre el mismo, a las que consideran más represivas que las impuestas a otros empleados y negocios, el derecho al reconocimiento y la protección bajo las leyes regulares de empleo, el derecho a formar e integrarse en asociaciones y sindicatos profesionales (sobre todo a fin de poder participar en negociaciones colectivas), y el derecho a viajar y cruzar fronteras legalmente con finalidad profesional. Argumentan también que la legalización del trabajo sexual permitirá llevarlo a cabo en circunstancias mejor organizadas (burdeles legales), en las que las regulaciones exigibles por ley (como el uso obligatorio de condones y las revisiones médicas obligatorias a los trabajadores) ayudarán a reducir la transmisión del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.”
En Holanda, Alemania, Nueva Zelanda y algunos estados de Australia los trabajadores del sexo están reconocidos por sus gobiernos. El barrio de Reeperbahn en Hamburgo, una zona de prostitución legalizada que paga impuestos y da servicio a turistas de todo el mundo. La industria del sexo continúa creciendo, el interés de muchos es regularla de forma que llegue al objetivo que busca, y no a quienes no están preparados para ella, ni para quienes no la desean. El sexo, como mercancía, ya es un hecho público.
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