La ciudad ucraniana de Chernóbil, que dio nombre a la central que en 1986 sufrió la mayor catástrofe nuclear de la historia, ya es apta para la vida humana, aseguró Oleg Bondarenko, miembro de la Comisión Nacional para Defensa de la Radiación.
"Según los indicadores radiológicos, prácticamente no hay impedimento para la vida humana en la ciudad de Chernóbil", dijo Bondarenko en rueda de prensa, según las agencias locales.
Bondarenko reconoció que "la legislación prohíbe residir en la zona de exclusión" de 30 kilómetros de perímetro en torno a la planta y que fue creada tras el accidente.
"Creo que es hora de pensar que parte de la zona puede abrirse para su uso sin restricciones. Se trata más bien de la zona sur", dijo, citado por las agencias locales.
Para empezar, el experto considera que debería autorizarse la residencia al personal que se encarga de supervisar la seguridad del sarcófago que cubre el averiado cuarto reactor. "De ser sinceros, ya hay mucha gente que vive y trabaja allí, pero a escondidas. Existe una situación de facto y otra legal que están desligadas y hay que unirlas para devolver la situación a la normalidad", señaló. Bondarenko también cree que en un futuro en la zona podrían permitirse actividades económicas como la explotación de ganado o el cultivo de lino.
Recientemente, 35 antiguos residentes en la zona se han dirigido por carta al primer ministro ucraniano, Nikolái Azárov, para que el Gobierno les permita regresar a sus antiguos hogares.
Los signatarios de la carta mantienen que los niveles de radiación en la zona son menores que en la capital, Kiev, y se mostraron dispuestos a reconstruir la ciudad y sus empresas.
Bondarenko y otros expertos insisten en que los niveles de radiación en la zona de exclusión difieren de unas zonas a otras, por ejemplo entre la ciudad de Chernóbil y la de Prípiat, la más afectada por la catástrofe al encontrarse a apenas 4 kilómetros de la planta.
Las autoridades locales sí han abierto las puertas del considerado uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra a los turistas extranjeros.
No obstante, antes de obtener el permiso para viajar a la zona, los visitantes deben firmar un contrato por el que la administración se exime de toda responsabilidad por cualquier perjuicio a la salud del visitante.
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