En un nostálgico poema que bautizó con el nombre de Adiós amable ciudad vieja, Raúl Otero Reiche hace recuento de objetos, lugares y costumbres que se fueron perdiendo de la Santa Cruz de antaño. Una de sus melancólicas estrofas rememora la pérdida de los aljibes, aquellos que servían para “sonrosar con agua del cielo la tez pálida” de la ciudad.
El aljibe era parte de la vida cotidiana de muchas familias del centro hasta mediados del siglo XX. Allí, en una especie de cisterna enterrada, se guardaba el agua de lluvia para uso doméstico. Con el paso del tiempo fueron quedando en desuso y muchos fueron destruidos para realizar edificaciones nuevas. Pero no todos se perdieron. Un relevamiento de la Dirección del Centro y Patrimonio Histórico (Dicephai) en la zona del casco viejo ha registrado la existencia de 33 aljibes y se supone que aún haya 15 más.
La Dicephai tiene previsto recorrer el área central (hasta el primer anillo) para relevar y fotografiar todos los aljibes que aún falta por documentar. “El objetivo es realizar un catálogo en el que se muestren sus características y singularidades. De este modo queremos dar a conocer la importancia que tuvieron en la vida de los cruceños de antaño”, explica Jery Dino Méndez, director de la mencionada dependencia municipal.
La provisión de agua para la ciudad en la época colonial y después de instalada la República era a través de un arroyo que cruzaba la pampa del Pari y recorría lo que hoy es la avenida Cañoto. Según el lugar donde vivían los pobladores se aprovisionaban de la cantidad que necesitaban.
Los aljibes aparecieron mucho tiempo después y solo las personas con recursos económicos los podían construir, porque eran costosos. En su mayoría la gente optaba por unas tinajas grandes, también llamadas ‘tinas’ en las que recogían agua de lluvia y que estaban enterradas en un sector del patio de las casas. Otra opción eran las norias, que se hacían cavando en la tierra de forma circular hasta encontrar agua. Estos pozos eran revestidos de ladrillo desde el nivel del suelo hasta la altura de un metro o más.
En cambio, los aljibes eran depósitos de agua subterráneos construidos de ladrillos y del tamaño de una habitación. Estaban situados en la parte central del primer patio de las casonas. Se abastecían del agua de lluvia que caía sobre los tejados, de donde era recogida por canaletas de palmeras labradas y transportada a través de las mismas hasta el depósito que estaba enterrado, como bien describe Mario Knez Soliz en su libro La hotelería en Santa Cruz de la Sierra (1892-1992) “El agua se extraía a través de una roldana, soga y cubo de madera, método que luego fue sustituido por el balde”, detalla Knez.
“Recuerdo que mi abuela ponía unas trancas de madera en las canaletas para que no ingrese ‘la primera lluvia’, porque el agua venía sucia. Recién en la segunda se las liberaba. Después utilizábamos el agua para todo”, cuenta Deisy Paz Rivero, que mantiene todavía en su casa de la calle Indepencia el aljibe que en 1925 construyó su padre Jorge Paz. “Todavía se llena de agua, pero dejamos de utilizarlo a principios de los años 60. Ahora lo mantenemos como un objeto decorativo”, explica.
Para Boris Suárez también era solo un objeto decorativo del patio de su casa, la que hace seis años adquirió a la familia Bauer Céspedes en la calle Arenales, pero se dio cuenta de que podía aprovechar el agua que aún recibe su aljibe y actualmente a través de una bomba extractora la utiliza para regar las plantas de su jardin.
En su mayoría los aljibes son de propiedad privada, pero han sufrido algunos cambios y se adecuaron a las actividades actuales de sus dueños. Son la atracción y un elemento importante en sus patios. “Algunos les han agregado iluminación, les han colocado plantas alrededor o fuentes de agua, pero en definitiva el concepto del aljibe aun se mantiene vivo”, comenta Méndez. Ejemplo de ello es el que se encuentra en el patio central del bar restaurante Sake (calle 24 de Septiembre) y otro es el que ha dado nombre al también restaurante de comidas tradicionales, de la calle Ñuflo de Chávez, esquina Potosí. Sus propietarios, Javier Libera y Jacobo Zapata no quisieron tenerlo solo como adorno, lo restauraron y nuevamente contiene agua.
Con la misma idea Cynthia Foiani piensa volver a activar el que está en el primer patio de la casona del residencial Bolívar. “En épocas donde cada vez es más costoso tener agua, tener este aljibe me permite tener un excelente reservorio”, reflexiona y luego cuenta anécdotas de su niñez, cuando se utilizaba el agua del aljibe para beber o bañarse.
Detrás de estrechos pasillos que dan a patios interiores todavía quedan estos rastros de aquella ‘amable ciudad vieja’ de la que hablaba Otero Reiche y que vale la pena recuperar para la memoría histórica de Santa Cruz.
El aljibe es y fue utilizado por diferentes culturas
La palabra aljibe proviene del árabe hispano algúbb, y este del árabe clásico gubb. Con otros nombres, pero con las mismas características y funciones, distintas culturas lo han utilizado para almacenar agua.
Por ejemplo, los antiguos mayas de la península de Yucatán, además del agua que obtenían de los pozos considerados sagrados y denominados cenotes, tenían aljibes subterráneos llamados ‘chultunes’, donde almaceban agua de lluvia.
Los aljibes también fueron utilizados por los árabes que conquistaron lo que hoy es España, para abastecer barrios enteros, como el emblemático barrio del Albaicín de Granada. Muchas de esas construcciones siguen siendo usadas por los lugareños y son un atractivo turístico más de esa bella ciudad.
Este sistema de contención ha sido la única fuente de agua potable en muchas localidades y pobaciones como sucede en la isla de Capri (Italia), donde posteriormente fue complementada con la importación de agua desde la parte peninsular del país. También se ha utilizado, y se sigue utilizando el aljibe en algunas de las Islas Canarias, donde es parte inseparable de la construcción de una vivienda. Tal es la importancia que tienen para la vida diaria de los lugareños, que las aguas que surten al aljibe pertenecen al propietario de la casa, aunque provengan de tejados o canales de viviendas colindantes. La ley defiende este derecho actualmente.
En Bolivia la instalación de aljibes en el Chaco ha sido propuesta como una de las soluciones para combartir las fuertes sequías que sufre esa parte del país. Con sistemas más modernos ya hay algunos de ellos instalados.
Otro ejemplo de su aplicación actual es el municipio de San Antonio de Lomerío (a 400 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra), donde la ONG Green Cross Bolivia ha ayudado a que sus pobladores construyan aljibes para captar el agua de la lluvia y así puedan abastecerse todo el año de este líquido vital.
Los aljibes tradicionales son todavía confeccionados con ladrillos incorporados con argamasa, mientras que sus paredes internas recubiertas de una mezcla de cal, arena, óxido de hierro, arcilla roja y resina de lentisco, ya que estos materiales evitan las filtraciones y la putrefacción del agua.
(Para tener detalles de los aljibes de la ciudad de Santa Cruz puede visitar la dirección: http://www.eldeber.com.bo/extra/2011-09-25/ALJIBES-GMSC.pptx
El arquitecto proyectista y ejecutor de la obra, Carlos Cadario (en la foto), comentó que la estructura abovedada tenía más de un centenar de años y muros de 50 centímetros de grosor que fueron abiertos por uno de los extremos. “Descubrimos que estaba construido en la exquisita tipología arquitectónica de planta redonda y cubierta en forma de cúpula iluminada cenitalmente, al cual llegamos a través de la construcción de un túnel de 15 metros de longitud.”
Una de las curiosidades de este aljibe es que proporcionalmente es el 10% de las medidas del famoso Panteón de Roma,también conocido como de Agripa, que es un templo circular construido en la hoy capital italiana a comienzos del imperio romano. El aljibe tiene cinco metros de diámetro y cuatro metros de altura. No tiene daños en su estructura. El túnel, a través del que se accede a su parte interior, tiene paredes de hormigón.
La parte central mantiene una temperatura y humedad ideales para la conservación de vinos y es por eso que se decidió utilizarlo como bodega. Se ha colocado una mesa y sillas en la parte central para reuniones de confraternización. La obra que se realizó entre 2007 y 2008 es uno de los sitios más visitados de esta casona patrimonial y requerido por empresas que lo alquilan para realizar distintas actividades.
Una bodega de vinos
Durante el proceso de recuperación de la casona patrimonial que tiene la Fraternidad Haraganes en la calle Ñuflo de Chávez y Chuquisaca se tomó la decisión de recuperar y dar uso a el aljibe que se encontraba en el subsuelo del patio principal de la antigua edificación.
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