miércoles, 1 de noviembre de 2006

La Real Villa de San Felipe de Austria



Salve Oruro:
Arisca vicuña dormida en el lecho del páramo adusto,
hermana carnal del quirquincho de arenales y del Sajama, del príncipe nevado que vigila desde el cenit tus fronteras.
Tu sencillez huraña es toponimia de la herencia Huancarani de los Urus
allá en el regazo del yermo Ande.
Tus blasones se yerguen victoriosos
en las centurias labradas por el tiempo
simbiosis del heroísmo aymara y de patriotas montados en hipogrifos libertarios desde que te alumbró el altiplano en las faldas del Pie de Gallo
San Miguel, San Agustín, San Mateo, La Descubridora,
vertientes del argento codiciado por la bota de Iberia, allí en los albores del siglo diez y siete.
De Castro y Padilla fue el Oidor hispano
que en la pila bautismal de la meseta
te dio el nombre de Villa, con realeza
hincando la rodilla y doblando la cerviz
en tu homenaje al tiempo de izar con sumisión por tres
veces el estandarte carmesí, en medio de la algazara de un pueblo iluso y oprimido, venidos en arreo desde Paria.
Dizque el Konchupata devolvía en eco
el repique de campana en señal de regocijo.
Así nació nuestro Oruro, la muy noble y Real Villa ungida con guirnaldas de luz y de esperanza aquel año del Señor,
aquel primero de noviembre de 1606.
Y la Villa florecía en las laderas de las minas, se estiraba con el rocicler de auroras nuevas, el vértigo de los torrentes de plata se resolvía en rosetones de sangre Uru, tributo que la mita letal cobraba cada día.
Pasarán las centurias con piafante brío
asidas de la mano con el esfuerzo y el sacrificio deglutiendo su asfixia en ansia de progreso y encuentre por fin nuestro amado Oruro el fulgor de la aurora coronada de Luz y
Libertad donde viva feliz el mortal con la agorera voz de Encinas Nieto.
(Pedro Eduardo Navarro Vargas, autor del poemario
Zarzas Bárbaras y la novela El Analfabeto Letrado)

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