El Gobierno del premier islámico turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció que abrirá en breve el primer refugio público para maridos víctimas de violencia doméstica.
La iniciativa, anunciada por la ministra de Familia turca, Fatma Sahin -única mujer en el Gobierno-, sorprendió en un país donde son frecuentes los casos de violencia contra las mujeres.
Más de una es asesinada cada día por su marido o ex cónyuge. Sin embargo, la ministra explicó que el problema, aunque en mucha menor medida, también afecta a los turcos, cuyas mujeres les hacen sufrir sobre todo “violencias psicológicas”.
El primer refugio -que podrá albergar hasta a 30 maridos “molestados”- será abierto en Estambul, ya que es allí, según precisó Sahin, donde se registra la mayor cantidad de denuncias de violencia doméstica por parte de los varones.
“Las mujeres sufren violencias físicas; los hombres, violencias psicológicas. Algún hombre sufre también violencia física, pero en proporción muy reducida con respecto a las mujeres”, precisó la ministra.
Para evitar que las víctimas de mujeres violentas puedan ser perseguidas por ellas también en el refugio, Sahin anunció que el lugar abrirá en un lugar que permanecerá secreto, con rejas en las ventanas, y será vigilado por la Policía.
La prensa no podrá publicar fotografías del edificio ni permitir su identificación de ninguna manera. Un lugar protegido “privado”, gestionado por la ONG humanitaria islámica Sefkat-Der (Asociación Compasión) para maridos violentados, existe ya en Konya (Anatolia central), cuna histórica del sufismo, rama mística y tolerante del Islam.
Mientras tanto, en Turquía sigue siendo un plaga endémica sin solución la violencia contra las mujeres. Según un reciente informe de la ONU, el 39 por ciento de las mujeres turcas sufrió algún tipo de violencia física.
Los delitos de naturaleza sexual aumentaron un 400 por ciento en los últimos años. Recientemente, un juez de Gaziantep absolvió a una mujer que había matado a su agresor, al afirmar que “no tenía otra alternativa”, tras haber sido violada repetidamente y amenazada por el atacante.
La mujer recurrió primero a la Policía y la justicia, sin obtener protección alguna. Incluso se trasladó a otra ciudad, pero el hombre continuó persiguiéndola; finalmente ella lo mató, en una acción que el tribunal definió como “autodefensa”.
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