Cientos de prostitutas en los llamados "barrios rojos" de Tailandia aprenden idiomas, informática y hasta baile flamenco con ayuda de activistas que reivindican la "dignidad" de esta profesión, concebida la más antigua del mundo.
"Tenemos centros educativos en once provincias, donde las trabajadoras sexuales aprenden idiomas, cocina o canto, así como los derechos que tienen como personas", explica a EFE Chantawipa Apisuk, fundadora de la organización no gubernamental Empower, comprometida con la asistencia a este colectivo.
En la sede de esta organización situada en Patpong, la zona de burdeles más conocida de Bangkok, Apisuk o "Noi", como le conocen sus alumnas, da a medio centenar de prostitutas una charla sobre los orígenes del Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo.
La "Universidad de Empower" se encuentra justo encima del bar "Súper Pussy", uno de los más antiguos de la calle en la que cada noche cientos de puestos venden artículos copiados de prestigiosas marcas a una legión de turistas.
Atentas. Las chicas sentadas tras pupitres toman anotan y preguntan una vez tras otra "con más interés que la mayoría de los universitarios en este país", apunta Noi. "Las buenas chinas van al cielo, las malas a donde quieren" es el eslogan que exhibe en su camiseta una exuberante tailandesa que en la entrada ofrece un vaso de agua y varios condones de regalo a las personas que visitan el centro.
A diferencia de otras organizaciones que pretenden apartar a las mujeres de la prostitución, Empower persigue que ellas ejerzan el oficio en "condiciones laborales e higiénicas adecuadas".
La prostitución es ilegal en Tailandia, aunque según estimaciones no oficiales, en el país la ejercen unas 200.000 mujeres como medio para ayudar a sus familias, en un sinfín de locales con variopintas etiquetas que atraen la clientela extranjera y local.
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