Francisco empezó a beber a los 16 años, ahora tiene 35 y ha recuperado su vida gracias a un tratamiento.
Consumir alcohol para Francisco (35) se convirtió en una forma de vida desde que era muy joven. Por la dependencia a las bebidas se alejó de su familia e incluso llegó a estar recluido en la prisión.
Francisco comenzó a consumir bebidas desde que estaba en el colegio, pero cuando terminó su servicio militar comenzó a consumir con más frecuencia.
“Mi papá siempre me decía que tenía que ir al cuartel para ser hombre. Es así que cuando terminé el servicio decidí independizarme porque ya me sentía capaz de hacerme responsable de mi vida”, cuenta.
Sin embargo, al poco tiempo de dejar su casa y alquilar un cuarto para vivir, comenzó a depender del alcohol.
“A mí me gustaba beber y salir y que nadie me diga nada”, comenta.
Francisco se dedicaba a realizar letreros electrónicos, pero con el consumo de alcohol también abandonó su trabajo.
“Recibía los pedidos y pedía un adelanto del 50 por ciento del costo del trabajo, empezaba a hacerlos pero no los terminaba porque me gastaba el dinero en beber”, dice a tiempo de señalar que muchas veces tuvo que esconderse de sus clientes para no responder al adelanto que le habían dado.
Esta situación incluso lo llevó a dejar varios lugares que había alquilado.
Por las deudas que tenía, Francisco ya no podía ni pagar los 150 ó 200 bolivianos que costaba mensualmente el alquiler, por lo que las dueñas de las casas le cerraban la puerta con candado para impedirle su ingreso.
“A un principio tomaba porque para mí era una experiencia más, nunca pensé que me iba a traer consecuencias”, afirma.
Francisco se aisló de toda su familia; sus padres lo buscaban, pero él se escondía para impedir que sepan que se había convertido en un alcohólico.
La etapa más traumática que sufrió Francisco fue cuando ingresó a la cárcel luego de tener problemas y riñas con sus amigos.
ALCOHOL CON AGUA
Para Francisco, la bebida más consumida era la cerveza y la chicha.
“Algunas veces llegamos a mezclar chicha con trago”, recuerda al comentar que posteriormente cambió esas bebidas por el alcohol con agua, por ser más económico.
Cuenta que en el mercado Calatayud conseguía la mezcla de alcohol con agua caliente a tan sólo 40 centavos el vaso pequeño. Compraba esta mezcla entre las 3:00 y 4:00 de la mañana.
“Han pasado más de 15 años para poderme rendir ante el alcohol y recuperar mi vida”, dice.
El 8 de julio de 2004 Francisco llegó por primera vez al programa de Alcohólicos Anónimos (AA) por voluntad propia, escuchó que uno de sus amigos que asistía a los tratamientos logró estar mucho tiempo en abstinencia del alcohol.
“Nadie me dijo que fuera a las terapias, yo fui por curiosidad, quería saber cómo era”, agrega.
VENCER ANTE TODO
Recuerda que en la primera semana de asistencia a Alcohólicos Anónimos le pasó algo muy anecdótico, pues tuvo una pelea con su enamorada que casi le hizo desistir del tratamiento.
“Recuerdo que un sábado, cuando tenía que ir a las terapias, terminé con mi enamorada porque la encontré con otro, reaccione de manera violenta y la golpeé. Ese día tenía dos opciones: uno irme a beber por decepción o ir a la terapia, elegí la segunda”, dijo.
La decisión que tomó Francisco fue porque antes de pensar en lo que le hizo su enamorada, pensó en su recuperación.
Ese sábado escuchó el testimonio de uno de sus compañeros con quien se identificó. Asegura que el discurso de esta persona le hizo ver la vida de otra manera.
“Uno de los compañeros contó que su esposa, que lo animó a entrar a Alcohólicos Anónimos, lo dejó y se llevó a sus hijas mientras él estaba en una terapia, pero a pesar de eso él no volvió a tomar”, dice a tiempo de señalar que con ese testimonio se dio cuenta que había historias más trágicas de personas alcohólicas que las de él.
Tras su ingreso a Alcohólicos Anónimos, Francisco cambió su modo de vida, retomó los estudios que había iniciado en el año 2002 en la carrera de Construcción Civil y que no pudo continuar debido a su adicción al alcohol.
Tras concluir su carrera, convalidó las materias de ésta para estudiar Arquitectura. Ahora le faltan dos semestres para poder graduarse en esta profesión.
En su etapa de recuperación, Francisco conoció a una joven con la que se concubinó y con quien tiene un hijo de tres años.
Francisco también retornó a su antiguo trabajo de elaboración de tableros, empleo que hoy le permite mantener a su familia, pagar su alquiler y estudios.
Aunque parezca contradictorio para su tratamiento, Francisco también decidió ingresar a una fraternidad de tinkus, donde participa en todas las festividades sin tener que consumir alcohol.
“Necesitaba una actividad y aunque mis amigos me dicen hermano o pastor porque no bebo, eso no me ofende. Ellos nunca comprenderán lo que pasé”, comenta.
Han pasado siete años desde que Francisco ingresó a Alcohólicos Anónimos y hoy en día se ha convertido en una persona importante para esta institución, pues forma parte del 2 por ciento que recibe un tratamiento permanente.
“Cuando uno quiere puede vencer a todo y a todos”, concluye.
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