Los libros de Historia de bachillerato consagran el año de 1492 como aquel en el que España vivió una de sus grandes glorias. Los reyes católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, le dieron la bendición a Cristóbal Colón para llevar a cabo un viaje expedicionario. Y gracias a esa aventura el reino español, décadas más tarde, terminó conquistando un continente.
Para los judíos, sin embargo, este no fue un año de victorias. Un decreto de la reina Isabel ordenó la expulsión de 120.000 de ellos. El fanatismo religioso de esa época había creado la Inquisición española, en la cual todo el que no fuera católico estaba en peligro de muerte. Quienes quisieron quedarse en ese territorio tuvieron que convertirse u ocultar su religión. Ahora, una colección de piezas históricas parece demostrar que “el descubridor de América” era uno de estos y pertenecía realmente al judaísmo.
Esta es la tesis central de la exposición Colón y la contribución judía a los viajes del descubrimiento, realizada por la organización del Samson Trust, propiedad de la familia de Elie Schalit. Allí se exhiben la correspondencia privada de Colón y los decretos de la Corona, que nunca antes habían salido de la Biblioteca Real. Esta muestra ha estado instalada en Estados Unidos y Europa y estará disponible en forma permanente en el Netanya Academic College, en Israel. Su contenido ha levantado importantes reacciones. De hecho, la familia Schalit fue recibida por el rey Juan Carlos de España y fue autorizada para fotografiar el decreto de expulsión de los judíos, que es exclusivo de la monarquía, para apoyar su juicioso estudio de la historia.
El rey Juan Carlos no es el primero en reconocer la pertinencia de que se estudien elementos históricos de la comunidad judía en la época del descubrimiento de América. De hecho, el general Franco, quien gobernó el país entre 1939 y 1975, reconoció públicamente que la expulsión había sido un error y concedió, casi cinco siglos después, ciudadanía española a todos los descendientes de este destierro que la solicitaran.
Según los nuevos hallazgos la expulsión de los judíos habría aumentado el interés de esa comunidad de embarcarse en la empresa expedicionaria de nuevas tierras para escapar a la persecución española. Décadas atrás, las ordenanzas reales los habían forzado a vivir en guetos, les habían prohibido ejercer cualquier cargo público (a menos que se convirtieran al cristianismo) y hasta los habían obligado a llevar la barba larga para ser identificados. Quienes decidieron camuflarse entre los católicos eran conocidos
como judíos conversos, muchos de ellos parte de la élite más culta y adinerada de la región. En la exposición se exhibe una serie de nombres de este grupo, quienes habrían llegado a la conclusión de que, ante la crueldad de la Inquisición, el sufrimiento judío podría sólo resolverse con su reubicación en nuevos territorios.
Uno de los grandes desafíos de la exposición es acabar, o por lo menos minimizar, el mito de que la reina Isabel habría patrocinado el viaje financiándolo con sus propias joyas. La nueva documentación demuestra que importantes judíos conversos, muchos de ellos incorporados en la alta sociedad, habrían suministrado buena parte de los recursos para la aventura de Colón y habrían influido para que la reina Isabel I le diera la bendición al viaje. Existen evidencias de que dos de ellos, Luis de Santangel y Gabriel Sánchez, miembros del “staff” de la Casa Real, aportaron importantes sumas de dinero. Se calcula que para ese entonces, en España vivían entre el 30 y el 40 por ciento de la totalidad de judíos del planeta. Y en la exposición se encuentran unos documentos que demostrarían que no sólo la mayoría de los tripulantes que zarparon en la carabela La Pinta eran de origen judío, sino que también lo era el jefe de la expedición: ni más ni menos que Cristóbal Colón.
Uno de los textos más significativos es una carta que Colón les escribe a los reyes católicos relatando su primer viaje.
En ésta, él hace referencias al rey David y a la expulsión de los judíos, dos temas que no tenían que ver con los resultados de la expedición. Otro indicio es una inscripción que se encuentra en la correspondencia que intercambiaba con su hijo, en la que el descubridor habría escrito en la parte superior de todas las hojas "Bet Hei", la forma judía de decir "con la ayuda de Dios". Los organizadores llevaron estos documentos a la Policía madrileña, que luego de una prueba grafológica determinó que habían sido escritos de derecha a izquierda, como se escribe en hebreo.
Algunos historiadores ya habían señalado la posibilidad de que Cristóbal Colón tuviera este origen. Hace algunos meses fue noticia una conferencia en España de Abraham Haim, doctor en Historia por la Universidad de Tel-Aviv, quien asegura que la fecha de inicio del viaje de Colón había sido escogida así "para respetar el aniversario de la destrucción de los dos templos de Jerusalén, el 2 de agosto". Una profesora de la Universidad de Georgetown, Estelle Irizarry, publicó un libro titulado El ADN de los escritos de Cristóbal Colón, en el que señala que un análisis de sus cartas demuestra que el español no era su lengua materna. Sin embargo, todos estos datos habían sido considerados más anecdóticos que sustanciales. Con la documentación hecha pública en la exposición, en este momento están siendo interpretados como piezas de un engranaje sobre la nueva teoría del origen de Colón.
Muchas incógnitas
A propósito de los 500 años de su muerte, el diario El País de España publicó un artículo sobre los detalles desconocidos de su travesía. En éste señaló que "la única certeza sobre el pasado de Colón es que viajó siempre, desde niño". El reportaje concluye que alrededor de éste "existen incógnitas nunca despejadas". Y destaca la pregunta: "¿Por qué ocultó Colón todos los datos de su nacimiento y de su pasado?".
El líder detrás de esta investigación es Eli Schalit, un reconocido empresario judío que hoy vive en Israel y que le ha puesto alma y corazón -y mucha plata- a aclarar este interrogante histórico.
Schalit y los organizadores de la exposición no pretenden ser dueños de la verdad absoluta. Son cautos y en ningún momento hacen afirmaciones categóricas. Esta prudencia se puede ver claramente en la forma como ellos concluyen su presentación en los textos escritos que acompañan la exposición: "El que Colón haya sido judío es algo sobre lo que aún no existe consenso entre los historiadores. Lo que intenta presentar esta exposición es la evidencia existente de que este hecho es muy posible. El público llegará a su propia conclusión al finalizar la visita".
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