viernes, 23 de septiembre de 2011

La comunidad israelí tiene un bastión en la zona de El Rosario

En la avenida Illampu, la comunidad judía tiene negocios vinculados al turismo y hasta una sinagoga. Sin embargo, entrar en contacto con sus miembros es complicado.

La avenida Illampu, la calle Santa Cruz y la Sagárnaga -también conocida como la tradicional zona de El Rosario, en inmediaciones de la iglesia de San Francisco- son parte de la zona turística de La Paz. Allí se encuentra gran parte de los hoteles y hostales que alberga a miles y miles de turistas por año. Los visitantes que llegan a conocer el país vienen de diferentes sitios del mundo, pero Bolivia es uno de los destinos favoritos de turistas israelíes.

Muchos de ellos llegan para conocer personalmente el escenario en el que en 1981, casi de milagro, sobrevivieron el aventurero israelí Yossi Ghinsberg y su amigo estadounidense Kevin Wallace, en tanto que sobre otros dos compañeros de viaje no hay noticias hasta la fecha. Perdido en las inmediaciones del río Tuichi, Ghinsberg fue rescatado por el experimentado cazador selvático Abelardo Tudela, más conocido como “el Tarzán boliviano”, cuando prácticamente ya no tenía esperanza alguna de sobrevivir.

De retorno a su nación, Ghinsberg escribió Jungle. Come Back from the Tuichi (Jungla. Retorno desde el Tuichi), un best seller en el que está basado un documental de Discovery Channel y que convirtió al Madidi en uno de los destinos privilegiados para los israelíes.

En hebreo

Los restaurantes y las agencias de viaje de la calle Illampu, en la zona de El Rosario, no solamente tienen letreros y prospectos de información en inglés, sino también en hebreo. En esa tradicional vía y sus alrededores se puede encontrar restaurantes que ofrecen las comidas típicas de Israel. Platillos como el humus, el falafel, el shakshuka o el jahnun están a la orden del día y en la calle Santa Cruz hay una sinagoga en la que se recibe a los viajeros. Sin embargo, su mundo sigue siendo una incógnita para la mayoría.

Las agencias de viaje y las tiendas de ropa para deportes de montaña son los únicos sitios en los que se puede obtener cierta información. “Aquí hay algunos hoteles, restaurantes y tiendas judías, y también hay una sinagoga”, dice el vendedor de una tienda de ropa. “Se los ve los sábados, con sus gorritas típicas y salen a pasear”, afirma, refiriéndose a la “kipá” o “yarmulke”, la gorra ritual usada por los hombres en la religión judía.

“Los sábados ellos descansan, se los ve paseando por el barrio. Los viernes se reúnen todos en la sinagoga y es como una fiesta”. En la religión judía el sábado, o “shabbat”, es el día señalado por Dios para el descanso. En las sinagogas la celebración del “Shabat” se inicia con la entrada del sol el viernes, al final de la tarde.

Reservados

“No creo que logre hablar con nadie de la comunidad judía, ellos son muy reservados”, dice la dueña de una de las tantas agencias de viajes, que también tiene un letrero en hebreo en la puerta. ¿Quién le escribió el letrero?, le pregunto. “Una turista de Israel”, contesta la mujer y traduce: “dice ‘viajes a por toda Bolivia. Pase’”.

Los turistas se registran en los hoteles de la zona, pero en especial en el hostal Gloria y en el hotel “El Lobo”, donde también funciona un restaurante con comidas israelíes.

El mesero de “El Lobo”, Lorenzo (nombre ficticio), recibe a los clientes con amabilidad, pero su cordialidad empieza a decrecer cuando se le hace preguntas. “La dueña no está”, afirma. Sus respuestas son imprecisas y no puede esconder su evidente incomodidad.

En la zona hay múltiples servicios, además de los turísticos, para los visitantes israelíes, como lavanderías y otros, que se diferencian por sus mensajes en hebreo que invitan al visitante.

La sinagoga

Me siento a esperar a la dueña de “El Lobo” antes de encaminarme hacia la sinagoga.

El mesero sabe que espero a la propietaria, pero cuando llega no me avisa quién es y tampoco le dice a ella que la estoy esperando.

¿Esa señora era la dueña? , le pregunto, cuando la mujer ha desaparecido. “Sí”, responde. “¿Por qué no le dijo que la estoy esperando? “Dígale usted si vuelve a salir”, contesta, pero accede finalmente a ir a buscarla. Cuando vuelve, me informa que la dueña no me atenderá ahora y más tarde, tampoco.

“¿Es usted de Israel?”, cuestiona el cuidador de la sinagoga que de afuera sólo parece ser un garaje. “Aquí sólo vienen turistas de Israel a dejar sus cosas”, pero si usted no es de Isarel, no la van a atender”, explica cuando pido hablar con el rabino. La respuesta, una vez que vuelve de conversar con él, es la siguiente: “El rabino es una persona muy ocupada y no puede hablar con usted”.

La comunidad le da un toque especial a este sector de El Rosario, una de las zonas más tradicionales de La Paz.

“Nuestro pueblo está en guerra”
Página Siete / La Paz

“Me encanta Bolivia”, dice un turista israelí de 30 años que está hospedado en uno de los hoteles de la calle Illampu. “El problema es que estamos en guerra, creo que ésa es la razón”, dice cuando le pregunto por la causa de la reserva. “La gente religiosa también es muy estricta y cerrada”, explica. “Para mí la guerra es estúpida y estoy cansado de ella, hace que tengamos rabia y miedo unos de otros. A mí en particular no me interesa ir a restaurantes donde puedo comer la comida que hay en mi casa, porque quiero comer cosas distintas. Yo no tengo problemas, porque como de todo, también cerdo”, dice.

“Es por la guerra y por la historia de los judíos”, dice otro visitante que está a punto de viajar a Yungas. “Gran parte de los judíos vive en el extranjero y han vivido siempre en el extranjero, entonces es importante la solidaridad entre nosotros, por eso si algún turista judío tiene un problema, puede ir a una sinagoga como la que hay aquí para que le ayuden”, afirma.

“Aquí en la sinagoga te dan un espacio para que dejes tus cosas, te dan información sobre los viajes que puedes hacer o sobre cómo moverte en La Paz y en otros lugares de Bolivia”, dice una joven turista israelita que acaba de llegar a La Paz. Ella cuenta que el rabino es un hombre joven que vive junto a la sinagoga con su esposa y su hijo, y que es una persona amable y agrega que su reserva se debe a que la religión es muy “estricta”.

La joven también sostiene que da seguridad y tranquilidad a los padres de los turistas saber que sus hijos pueden acudir a un lugar donde, si tienen un problema, les pueden ayudar .

“Si alguien tiene, por ejemplo, una enfermedad o un accidente, aquí seguro que te van a ayudar y van a contactar a tus padres. Nosotros viajamos desde que somos muy jóvenes”, dice. “La comida que ofrecen aquí es tradicional, que se prepara según las reglas de la religión. Es comida especial que ellos cultivan para comer. No hay nada de afuera”, señala.

Los turistas que se quedan y comen en la sinagoga no deben pagar nada. En el comedor hay una urna de vidrio en la que se reciben donativos de los viajeros. Cada quién deja lo que puede o cree pertinente.

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