domingo, 11 de septiembre de 2011

Nicolás Suárez Callaú (1851-1940) y José Mercado Aguado (1826-1894)

Dos hombres talentosos y creadores, que con méritos propios hicieron grandes fortunas, pero que además tuvieron la sensibilidad social que les permitió volcar parte de su patrimonio en beneficio de los más débiles o hacia causas nacionales importantes. Hoy destacamos a estos personajes, AMBOS CRUCEÑOS, FEROCES BUSCADORES DEL DINERO, PERO DOTADOS DEL FRECUENTE TOQUE DE AMOR hacia los menos favorecidos por la vida.
José Mercado Aguado
Personaje del siglo XIX, conocido como el ‘filántropo’ y por su enorme riqueza. Actuó cuando Santa Cruz de la Sierra tenía 177 manzanos y una población de 12.000 almas en 1890. En ese entonces, ya era propietario de 70 casas y varios hatos en las provincias de Cordillera y Chiquitos, como también de gruesas sumas de dinero en bonos públicos y acciones en sociedades mercantiles. Su mayor fortuna la fue acumulando a través de la intensa actividad comercial que realizó con las provincias del norte argentino, llevando ganado y trayendo artículos manufacturados.


Este hombre de bien, a la edad de 68 años, dispuso mediante testamento el reparto de sus bienes y destinó un quinto de su masa hereditaria (dinero en efectivo, bonos y acciones) para la construcción de un asilo para los niños huérfanos. Hecha la liquidación, el quinto de los bienes resultó con un valor equivalente en ese entonces a más de 200.000 dólares americanos. Además de instituir un fondo que funcionaría con el valor de los alquileres de 35 casas para beneficio de los niños huérfanos de Santa Cruz, según el historiador Hernando Sanabria Fernández.


Es oportuno resaltar que sus hijos, Nemesio, Eusebio y Segunda Mercado, cumplieron al pie de la letra la voluntad de su progenitor al llevar adelante la costosa edificación de un inmenso caserón sobre un manzano en 1918. Además de ser celosos custodios de los alquileres de 35 casas que se encuentran ubicadas dentro del Casco Viejo de la ciudad.

Antes de morir en 1920, Nemesio Mercado, temeroso de que la obra benéfica de su padre pudiese ser afectada o desvirtuada por intereses políticos, transfiere el edificio y los numerosos inmuebles a su confesor en calidad de albacea particular a Monseñor Daniel Rivero. Posteriormente el legado de José Mercado Aguado fue manejado por algún tiempo por el Concejo Municipal y luego la dirección y administración de esos bienes a las Escuelas Cristianas La Salle. Lo cierto es que esos bienes representan actualmente varios millones de dólares que por indiferencia o corrupción han ido mermando.
Retrato. José Manuel Mercado Aguado, un benefactor. Su espíritu de empresa lo convirtió en millonario












Nicolás Suárez Callaú
Hombre extremadamente rico. C. Post, corresponsal de The India Rubber World (New York, abril 1905) decía: “Lo que Rockefeller es en el mundo del petróleo, lo es Suárez en el mundo de la goma”. La misma publicación en 1924 comentaba que don Nicolás Suárez había rechazado en Londres entre 40 y 45 millones de dólares por su gigantesca empresa de goma y ganado.

En 20 años había construido junto con sus hermanos un verdadero imperio económico que al comenzar el siglo XX movilizaba el 60% de la producción de caucho a escala mundial.

Gran explorador, siguiendo el histórico viaje de Heath aguas abajo del río Beni pudo comprobar su confluencia con el Mamoré. Allí fijó su residencia y su centro de poder: Cachuela Esperanza (1882) convertida en un verdadero enclave de modernidad al ser dotada, en plena Amazonia, de adelantada como el telégrafo, la electricidad, el agua potable, un ferrocarril y un moderno hospital con rayos X que recibía enfermos de la zona gomera, además de villas de lujo, hotel, restaurantes, cine, teatro, club, biblioteca, campos de deporte, tiendas, oficinas, almacenes y otras comodidades. En dicha ciudadela se alojaban más de 2.000 empleados de la firma, administrando la mercancía que se exportaba a Europa y que llegaba por vía fluvial desde Europa hasta el Pará.
Defensor de la integridad territorial, de su propio peculio costeó gran parte de su fortuna en la contienda del Acre, y fueron los empleados y siringueros de la Casa Suárez, aglutinados en la famosa Columna Porvenir, los que rescataron Bahía (ahora Cobija), del poder de los brasileños. Con este triunfo se afianzó definitivamente nuestra soberanía en esta región. Sin este esfuerzo patriótico otra habría sido la suerte de los territorios que hoy forman los departamentos de Pando y Beni.

El año 1932 sobrevino la guerra con Paraguay y al producirse este acontecimiento se pusieron nuevamente en evidencia las virtudes cívicas de don Nicolás Suárez. Pese a su avanzada edad, puso al servicio del país su notable concurso moral y material en el equipamiento de los voluntarios benianos que se movilizaron desde Beni y Pando hacia el Chaco boliviano.
Falleció el 9 de enero de 1940 en Cachuela Esperanza, primer hito de avanzada civilizadora.

Dejó este ilustre personaje escrito su nombre en las páginas de la historia nacional. Apreciando los eminentes servicios prestados al país, el Honorable Senado Nacional lo declaró Benemérito de la Patria en 1928; el Ejército Nacional le otorgó la Medalla al Mérito Militar en el grado de Caballero en 1936 y el Supremo Gobierno el Cóndor de los Andes en el grado de Comendador, en 1937.
Imagen. Nicolás Suárez, en la época en que fundó Cachuela Esperanza. A la izquierda, Los huérfanos, donado por Mercado Aguado

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