Las cooperativas pueden llegar a convertirse en sistemas que controlan la economía en beneficio de una persona o de un grupo, en lugar de ayudar a la sociedad en general.
El modelo cooperativo apuesta por valores que no son puramente economicistas. Incorpora elementos éticos que debemos relacionar con situaciones sociales concretas Los valores cooperativos no pueden restringirse al ámbito de cada empresa, para que sean reales tienen que contemplar a la persona de forma integral y para ello tienen que respetar los tiempos y espacios necesarios para que los trabajadores (hombres y mujeres) cubran sus responsabilidades familiares.
Se trata de una transformación social más amplia que el mero hecho de ajustar horarios o contratar servicios para facilitar nuestro trabajo doméstico. Se trata de definir hacia dónde deben ir las propuestas de desarrollo sostenible que vinculen la producción con el respeto al entorno, un reparto de empleo y trabajo doméstico equitativo y justo, un desarrollo de la persona más equilibrado y no tan centrado en lo laboral.
Dentro de la cooperativa se recalcan algunos valores, los cuales deben regirse entre los miembros y uno de ellos es: la igualdad.
Un principio que reconoce a todos los asociados capacidad para los mismos derechos. Los miembros tienen derechos a participar, ser informados, ser escuchados y ser involucrados en la toma de decisiones.
El valor de la igualdad es aquel que todos los seres humanos deberíamos de tener para no discriminar o ser discriminados, ya que todos tenemos derecho a ser reconocidos como iguales ante la sociedad y ante la ley y por lo tanto disfrutar y gozar de todos los derechos que se nos otorgan, sin importar nuestro origen nacional, raza, creencias religiosas, sexo u orientación sexual.
Dentro del sistema cooperativista se entiende como que todos los miembros de un grupo cooperativo tienen los mismos derechos y deberes. Incluso en la asignación de cargos directivos, en el cual no existen privilegios especiales.
La desigualdad ha estado presente desde el principio de los tiempos, y los pueblos han mantenido una lucha constante contra ella aunque en muy pocas ocasiones consiguieron la igualdad propuesta, y fue durante la Revolución Francesa, cuando se alcanzó su integridad como concepto y empezó a ser un valor defendido globalmente, representado en el lema: “Libertad, igualdad y fraternidad”.
Algunos ejemplos de igualdad podrían ser: Tanto ricos como pobres tengan educación de alta calidad por igual.
Las mujeres al igual que los hombres pueden ocupar altos cargos en empresas o en el Gobierno.
Las primeras propuestas que surgen desde las mujeres organizadas en el cooperativismo van encaminadas a superar las desigualdades existentes y a alcanzar las mismas condiciones que los varones en cuanto a empleo y condiciones laborales.
En otra línea, que va más allá de conseguir condiciones de igualdad en las empresas, hay que transformar las visiones y las actitudes sobre el trabajo, el empleo y el reparto de la carga global de trabajo.
Más allá de la igualdad: Género y cooperativismo
Ana Isabel Delso.
"Hay temas complejos de justicia social, muchos de los cuales las cooperativas han intentado solucionar históricamente y deben seguir haciéndolo. Uno de ellos tiene que ver con la desigual posición de las mujeres en todo el mundo. Las mujeres son desproporcionadamente evidentes entre los pobres; proporcionan más que su parte de mano de obra, remunerada, infrarremunerada y no remunerada, en la mayoría de las economías su capacidad de controlar sus propias vidas es a menudo muy limitada".
Estas palabras se incluyen en la Declaración de Manchester de la ACI sobre la identidad y cultura cooperativa (1995).
Se cumplen ahora 80 años desde que surgió en 1921 el Gremio Internacional de Mujeres Cooperativistas. El origen de este movimiento se gestó en el Reino Unido en 1883, desde un colectivo de mujeres cooperativistas, profundamente implicadas en los cambios económicos y sociales que se estaban desarrollando, potenciando la emancipación de la mujer y una mayor participación en la vida pública y el desarrollo social y económico.
El cooperativismo debe comprometerse con un proyecto de igualdad real, que visibilice el trabajo reproductivo, que refleje el valor del mismo en la sociedad y, en consecuencia, debe proponer la generación de mecanismos para que socios y socias participen y trabajen en igualdad.
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