Roslyn Callender habla abierta y calmadamente sobre lo que era su vida como adicta a la cocaína. Eventualmente fue arrestada por importar drogas clasificadas como de clase A en Reino Unido (cocaína, crack, éxtasis, heroína, LSD, hongos mágicos, metadona y anfetamina).
Estando en la cárcel, a Roslyn la pusieron en contacto con una organización benéfica británica llamada Startup, la cual -afirma- cambió su vida al ayudarla a comenzar su negocio propio. Después de cumplir dos de los cuatro años y medio a los que fue sentenciada, y sin haber consumido drogas desde 2009, Roslyn ha sido una comerciante por cuenta propia durante los últimos 24 meses.
Vende productos de belleza en mercados callejeros del sur de Londres y ahora planea ampliar su negocio ofreciendo sus propios productos en lugar de concentrase en marcas comerciales. “Estamos en una etapa inicial y no estoy ganando mucho dinero, pero estoy trabajando muy duro”, cuenta.
Transformando vidas
Startup fue creada en 2006 y su objetivo es convertir a las mujeres que acaban de salir de la cárcel en empresarias productivas e independientes que manejan su propio negocio.
Las mujeres seleccionadas para formar parte del programa de Startup solicitan su ingreso cuando todavía están en prisión. El crimen que cometieron no tiene relevancia en su solicitud. Son escogidas por su perspicacia para los negocios, sus ideas y los planes que tienen para sus empresas.
Startup invierte 12.000 dólares por cada cuatro mujeres. Todas asisten semanalmente a talleres de preparación durante un año, mientras que dos también reciben ayuda para la realización de un plan de negocios detallado y una, finalmente, recibe una subvención de 3.800 dólares para iniciar su compañía.
La tasa de éxito es impresionante. “Hasta el momento, de las 700 mujeres que han participado en el programa sólo una reincidió (durante el año que duró el entrenamiento)”, explica la fundadora y directora de la ONG, Juliet Hope.
Roslyn Callender asegura que sin la ayuda de Startup no habría podido darle un giro a su vida. “Sin su apoyo habría reincidido o habría vuelto a consumir drogas, eso es seguro”, dice. “Esto me ha ayudado a darme cuenta de que, después de todo, no soy tan mala persona”.
Lejos del delito
Al otro lado del Atlántico, un programa similar está ayudando a convictos en Texas, Estados Unidos. Basado en Houston, el Programa de Emprendedores en Prisión (PEP, por sus siglas en inglés) ha trabajado con más de 1.200 hombres desde que fue fundado en 2004.
PEP es un programa para ex reclusos que tienen un título de escuela secundaria. Los únicos que no pueden participar en el programa son los condenados por delitos sexuales.
Jeremy Gregg, un directivo, describe el proceso de ingreso como “muy riguroso”, con más de 6.000 candidatos cada año que tienen que realizar exámenes escritos y entrevistas para obtener alguna de las 200 o 300 plazas.
Los aspirantes exitosos son transferidos a la prisión de Houston, donde opera PEP. Allí reciben clases intensivas y gratuitas en varias áreas de negocios. Al final de los 12 meses de preparación, obtienen un certificado de emprendedor de la Universidad de Baylor, que se encuentra en Waco, Texas.
“Alrededor de 120 negocios respaldados por PEP se mantienen, incluyendo dos que están ganando más de un millón de dólares en ventas al año”, explica Gregg (BBC Mundo).
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