Los argentinos no han disminuido aún el fervor por la elección de un papa compatriota y ahora se preparan para otra caricia al ego, cuando el 30 de abril Máxima sea ungida reina consorte de Holanda, mientras Lionel Messi se encarga de reafirmarse como monarca del balón cada semana.
"Es alguien que ha llegado a un lugar idealizado que puede representar el orgullo de muchos. Es una plebeya que accedió a un lugar muy deseado, reina de un país extranjero", dijo a la AFP la psicoanalista Vilma Torregiani, compiladora del libro "Mitos argentinos: para conocernos mejor".
La peatonal calle Florida, en pleno centro de Buenos Aires, con miles de personas de todas las clases sociale, es un termómetro de la diversidad de opiniones que caracteriza a los argentinos, también sobre la futura monarca.
Las tiendas de deportes en esa transitada calle tienen en lugar preferencial de sus vidrieras las camisetas de Messi del FC Barcelona o la selección argentina y su imagen es moneda corriente para los bonaerenses, mientras la figura del papa Francisco aparece en carteles colgados en comercios. Pero la imagen de Máxima por ahora sólo disputa las portadas de las revistas del corazón.
Algunos ven en la entronización de Máxima el sueño cumplido de una plebeya extranjera que enamora a un príncipe y se enorgullecen de que una argentina haya llegado al pedestal, aunque para otros no es más que "una reina de otro país", sin significación alguna para su nación de origen.
"Es divina y estamos muy contentos, muy contentos. La verdad que con lo del Papa y Máxima, ya es bárbaro" (muy bueno), comenta con orgullo Beatriz Lavanca, una florista de 70 años.
"Es una persona persona dedicada, que ha trabajado, que ha estudiado, que tiene una voluntad férrea y pudo llegar ahí. No cualquiera llega. Eso significa que es una persona íntegra y con mucho amor para dar", afirma Claudia Suárez, una secretaria de 58 años.
En cambio Rolo Martínez, de 54 años, vendedor de periódicos en un quiosco de esa vía, sostuvo "que sea argentina o que no lo sea, es la reina de otro país; no sé en qué podemos beneficiarnos o sentirnos orgullosos"; añade, enojado: "nos podremos sentir orgullosos por alguna persona que haga algo para nuestro país".
"Mucha gente toma a Máxima como una manera de tener a alguien que los proteja, es una forma de mitigar el desamparo", agrega Torregiani, quien acaba de publicar el libro "La maté porque la amaba, la maté porque era mía", sobre violencia de género.
El antropólogo Alejandro Grinson, autor de "Mitomanías argentinas", considera que "los argentinos son aceptados por las élites europeas y así es leído el caso de Máxima, como también ocurrió con Francisco y con Messi".
La frase "los argentinos descienden de los barcos" resume el componente central de una población conformada mayormente por corrientes migratorias de Europa, en particular España e Italia, a principios del siglo XX, lo que a la vez impuso la creencia de que Argentina es el más europeo de los países latinoamericanos.
"Es cierto que los argentinos, con nuestra obsesión republicana, nunca hemos considerado a la monarquía como una opción, pero nos enorgullecemos que haya un monarca argentino y quién sabe si no habrá otros en el futuro", comenta con ironía Grinson.
Por lo pronto, Messi y Francisco han formado parte del selecto listado de las 100 personas más influyentes del mundo que elabora la revista estadounidense Time, mientras Máxima espera su turno.
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