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Ubicado en el condado del mismo nombre del estado de Kansas, en el centro de Estados Unidos, Fort Leavenworth es la única prisión de seguridad máxima del Pentágono y donde están alojados en la actualidad dos de sus soldados más mediáticos: Bradley Manning, acusado de filtrar miles de documentos a WikiLeaks, y Robert Bales, presunto asesino de 17 civiles en Afganistán.
Ambos se encuentran en la parte destinada a los presos que todavía no han sido juzgados, separados de los que ya están cumpliendo condena, en un complejo de 40 celdas en el que actualmente hay una veintena de detenidos.
Pete Grande, responsable del penal militar, explicó algunos detalles del funcionamiento del sistema penitenciario militar, en un encuentro con un reducido grupo de periodistas, en el que dejó claro que las leyes militares prohíben a los reos las entrevistas en prisión.
En una habitación de 7,5 metros cuadrados, Manning vive en unas condiciones muy diferentes de las que tuvo en Quantico (Virginia), adonde fue trasladado tras ser detenido en Irak en mayo de 2010, destino en el que trabajó como analista de información desde octubre de 2009.
Manning, acusado de la mayor filtración de documentos clasificados de la historia de Estados Unidos, permaneció entre el 29 de julio de 2010 y el 20 de abril de 2011 en Quantico supervisado las 24 horas para que no se lesionara. Dormía desnudo, no tenía contacto con los otros presos y los primeros meses sólo se le permitía salir al patio 20 minutos al día.
En Fort Leavenworth, tanto Manning como Bales, al igual que el resto de reclusos, “tiene normalmente cuatro horas al día de tiempo libre, que pueden disfrutar bien al aire libre -pueden hacer gimnasia en la cinta de correr, pesas, jugar al baloncesto- o dentro, donde hay un gimnasio, una biblioteca y una habitación de actividades, además de televisión”, explicó Grande.
Como se encuentran en prisión preventiva no tienen que realizar los trabajos a los que están obligados los presos que han sido condenados y sus tareas se limitan a ordenar su celda, en la que tienen una cama, una mesa y un retrete.
Además, se les permite tener 30 cartas y 20 piezas de lectura entre periódicos, libros y revistas de la biblioteca, ya que no tienen acceso a internet, por lo que no pueden comunicarse vía correo electrónico sino por carta, cuyo contenido es revisado.
A esta parte de la prisión son trasladados los presos que están pendientes de juicio y aquéllos que han sido condenados a penas inferiores a cinco años, habitualmente “por delitos como el uso de drogas o la falta de respeto a un superior”, entre otros, explicó Grande.
Grande no especificó cuál es la situación de los dos reclusos ni si han tenido comunicación.
En cuanto a su relación con el resto de reclusos, “los presos preventivos están separados de los que ya han sido juzgados y pueden hablar con otros reclusos que estén en prisión preventiva”, informó.
Con distintivos
A unos metros de este centro está el presidio de máxima seguridad (US Disciplinary Barracks), conocido como El Castillo, el único de estas características en todo el país y que alberga a reclusos de todas las ramas de las Fuerzas Armadas.
En la cárcel de máxima seguridad actualmente hay 453 presos, de los que 262 pertenecen al Ejército; 84 de la Fuerza Aérea; 45 del Cuerpo de Infantería de Marina; 61 de la Marina y uno de la Guardia Costera.
Este centro acoge a los condenados a más de cinco años, entre los que hay cinco condenados a muerte. El último reo fue ajusticiado en Fort Leavenworth en 1961. Si Manning es declarado culpable y condenado a cadena perpetua, como ha solicitado la Fiscalía, sería trasladado. El juicio está previsto para el 4 de febrero de 2013.
Las operaciones de la cárcel empezaron en mayo de 1875, como prisión militar de Estados Unidos, poco después de la fundación del fuerte en 1827, y ha continuado en funcionamiento hasta la actualidad, aunque en 2010 fueron construidas las nuevas celdas donde se encuentran ahora los presos.
En cuanto a los delitos por los que son condenados a más de cinco años están la violación, el asalto y el asesinato.
El 62% de los reclusos cumple condena por delitos sexuales, un 10% más que hace diez años, según Grande, que atribuyó este aumento a los mejores sistemas para detectar este tipo de delitos.
En el presidio los reclusos tienen asistencia médica y psicológica, así como atención religiosa, puesto que en total profesan hasta 37 religiones diferentes.
Los internos tienen una férrea rutina: se levantan a las 5:00 y, tras desayunar, comienzan su jornada laboral en la prisión; después de comer continúan trabajando y, tras la cena, tienen tiempo libre para practicar deportes, leer o descansar.
El sistema militar de prisiones ha creado un programa para que sean los propios reclusos los que, con máquinas de coser industriales, realicen el distintivo con el nombre que llevan los militares cosidos en el uniforme.
Asimismo realizan reparaciones textiles y limpieza de equipo, lo que le ahorró al Pentágono 15 millones de dólares anuales, según datos del año fiscal 2011.
Además, como cualquier cárcel, Grande explicó que tienen programas para que aprendan un oficio y estén preparados para incorporarse a la vida civil tras su confinamiento, ya que muchos son dados de baja de las Fuerzas Armadas.
Entre los programas figuran los de diseño gráfico, asistente dental, pintor y barbero profesional. Quienes superan estos cursos obtienen un certificado reconocido en el estado de Kansas.
Los presos pueden recibir visitas todos los días de 19:00 a 20:00 y los fines de semana entre las 8:00 y las 16:00, un amplio horario porque, según Grande, “las familias también son víctimas” y al ser la única prisión de estas características vienen de todas partes del país.
Con un costo anual de 13 millones de dólares, estas instalaciones son sólo para hombres; las mujeres militares que son condenadas son transferidas a unas instalaciones de la Marina, dentro de la base aérea de Miramar, en San Diego (California).
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