domingo, 25 de noviembre de 2012

Yaroslavl, a orillas del Volga

Decenas de ciudades rusas se cobijan al abrigo del Volga que, mucho antes de desembocar en el Mar Caspio, se adentra en tierras que fueron hogar de la Horda de Oro, el imperio mongol, que tantas veces arrasó poblaciones rusas. Pero la milenaria Yaroslavl fue el primer asentamiento ruso en el Volga.

Esta ciudad nunca se ha conformado con su destino provinciano y así lo ha demostrado, siglo tras siglo, hasta convertirse en la joya más preciada del llamado Anillo de Oro ruso, formado por algunas de las urbes más bellas del país.

Corazón del comercio por el Volga, puerta del norte ruso, escala en la conquista de Siberia... Olvidada por Europa, siempre ha resurgido con renovada fuerza. Orgullosa como pocas, mucho más de lo que dice a primera vista su quieta y dócil apariencia.

“Yaroslavl siempre tuvo afán de capitalidad, desde la Edad Media”, relata Elena Fedórocheva, historiadora y especialista en arte antiguo ruso.

Situada a 300 kilómetros al noreste de la auténtica capital, su protagonismo está muy lejos de la asfixiante Moscú o la imperial San Petersburgo. Mil años después de ser fundada por el Gran Príncipe ruso Yaroslavl, que le dio su nombre, la población no llega al millón de personas.

Muy pocas familias adineradas viven en el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que conserva todo el encanto y sabor de tiempos pasados, sin huellas de la devastadora arquitectura socialista.

“Es una ciudad hecha al tamaño del hombre. El centro histórico da la bienvenida a sus visitantes”, algo muy poco habitual en Rusia, reconoce Fedórocheva.

Cúpulas de oro

Con pasión y fervor, incluso con algo de rabia, defiende la gentes de Yaroslavl su lugar en los mapas de Rusia y Europa. “Nunca dejó de ser un núcleo de primer nivel. En el siglo XVII se convirtió en la segunda ciudad de Rusia en riqueza después de Moscú”, cuenta la historiadora y guía del Museo de Historia de Yaroslavl, Natalia Obnórskaya.

Cien años antes de la fundación de San Petersburgo, Yaroslavl es la “puerta del norte ruso, vía de comunicación entre Rusia y Europa”, añade Fedórocheva.

Desde Persia y las tierras otomanas, hasta el puerto de Arjanguelsk, en el Mar del Norte, todas las comunicaciones entre Moscú y Europa pasan por Yaroslavl, que se convierte en ciudad de nobles y ricos.

Es tal la riqueza que acumula, que sus oligarcas levantan medio centenar de iglesias en aquel siglo XVII y se convierte en la ciudad de las cúpulas de oro.

“No creas que toda Rusia es como Moscú o San Petersburgo. Al poco que sales de ellas te encuentras con la miseria”, dice Fedórocheva.

El comentario es habitual en las dos capitales de Rusia, donde la opulencia es hoy similar a la de aquel Yaroslavl. Y aunque puede ser el distorsionado reflejo de la realidad en muchas partes de un país desgarrado por los contrastes, no sucede en la ciudad del alto Volga.

El recuerdo de su siglo de oro reluce en las cúpulas de sus iglesias, mientras gente mucho más amable que en Moscú pasea, con lento caminar, mirada serena y amistosa, por las calles de una ciudad neoclásica que nada tiene que envidiar a otras clásicas europeas.

Yaroslavl se mira en el espejo del Viejo Continente desde mediados del siglo XVIII porque, como recalca Fedórocheva, “sigue siendo una ciudad con dinero” que se sube a la locomotora de la tardía revolución industrial rusa.

Calles bellas

Al igual que toda Rusia, Yaroslavl era de madera. “Los rusos, a diferencia de los europeos, preferían vivir en casas de madera. Consideraban que el ladrillo era barro y el barro, tierra. Y vivir en tierra en vida estaba mal visto”, explica la guía del Museo de Historia local. Pero las centenarias costumbres rusas tenían los días contados.

La dinastía Románov se había propuesto “convertir las grandes ciudades rusas en europeas”, sustituyendo la cálida madera por la elegante piedra.

Yaroslavl se reconstruyó de manera tal que el sinfín de sus iglesias de piedra levantadas en el XVII se convirtió en una serie de puntos cardinales para ordenar el nuevo urbanismo. Y volvió a renacer, ahora como una ciudad única en Rusia. “Desde la plaza de la iglesia de Iliá el Profeta, el corazón arquitectónico de la ciudad, las calles salen como rayos de sol. Y cada uno de esos rayos termina en otra iglesia o en una torre. Y desde esas otras plazas vuelven a salir nuevos rayos que también confluyen en un monumento histórico”, explica Fedórocheva.

Hace dos años celebró el milenio pero ha conservado como pocas la herencia del pasado.

“Quizás es la única ciudad provincial de Rusia con un centro histórico que ha mantenido su esencia y el aspecto que tenía a comienzos del siglo XX”, presume la experta en arte antiguo ruso.

La arquitectura, los íconos y los frescos que guarda celosamente esta ciudad, constituidos en una escuela artística propia, “son uno de los testimonios más valiosos del arte ruso del siglo XVII”.

Símbolos y leyendas

“Símbolo de Rusia, leyenda de Yaroslavl”. Inscritas en letras de oro sobre el Monumento al Oso, amenazante figura del animal más simbólico de Rusia, las palabras recuerdan el mito fundacional de Yaroslavl.

De bronce macizo, ruge cada hora sobre la gran piedra colocada con motivo del milenio al lado del Monasterio de Spaso-Preobrazhensk, muy cerca del lugar donde nació esta urbe.

La leyenda se forjó en la Flecha, en lo alto del cabo que se forma en la desembocadura del río Kotorosl al Volga. En la confluencia de dos ríos, donde hunde sus raíces la ciudad, en un antiguo asentamiento al que llamaban el Rincón del Oso vivía un pueblo eslavo.

“Los paganos no querían someterse al monarca ruso que llegó a estos lugares, pagarle tributos, ni muchos menos convertirse al cristianismo”, cuenta Obnórskaya.

Y así, el gran príncipe Yaroslavl tuvo que enfrentarse con su hacha al Dios pagano de los lugareños, que había tomado la forma de un oso “y solo gracias a las plegarias al profeta Iliá pudo salir victorioso de la batalla”, agrega. Con el tiempo, el oso se convirtió en símbolo y escudo de la ciudad.

Reconvertido con motivo del aniversario en un parque, la Flecha es, en la actualidad, uno de los lugares más populares entre los habitantes de Yaroslavl.

De sus sendas asfaltadas nacen -uno frente al otro- los paseos peatonales que siguen el serpenteo de los dos ríos por la ciudad. A un lado, el pequeño Kotorosl. Al otro, el majestuoso Volga, que un día soñó con una ciudad (EFE Reportajes)

Quizás es la única ciudad provincial de Rusia con un centro histórico que ha mantenido su esencia y el aspecto que tenía a comienzos del siglo XX.

No hay comentarios:

Publicar un comentario