El Nobel de Química 2011 recayó ayer en el israelí Daniel Shechtman, descubridor de los cuasicristales, que transformaron "de forma fundamental" el modo de concebir la materia sólida, según la Real Academia de las Ciencias sueca.
Hasta el hallazgo de Shechtman en 1982, se creía que los átomos en cualquier material sólido estaban contenidos dentro de cristales en patrones simétricos que se repetían de forma periódica.
Pero, Shechtman encontró lo que entonces se consideraba una "imposibilidad", unas estructuras en las que los átomos están contenidos en un patrón que no se repite, como los mosaicos árabes del palacio de la Alhambra de Granada, destacó en su explicación del premio la Real Academia sueca.
La importancia del hallazgo del científico israelí descansa ante todo en "su significado para la investigación básica", la que se centra en el conocimiento de los principios fundamentales de la naturaleza, señaló en la rueda de prensa de presentación del premio Sven Lidin, miembro del Comité Nobel de Química.
Aunque muchos cuasicristales han sido producidos en laboratorios, también se han encontrado en la naturaleza, como en muestras de minerales en el río ruso Khatyrka.
Y aparecen en uno de los tipos de acero más duros del mundo, que se usa para producir hojas de afeitar y finísimas agujas para operaciones ocula-res.
Los científicos experimentan en la actualidad con los cuasicristales en otros productos como sartenes y motores diésel, y se emplean además para recubrimientos protectores antiadherentes por su condición de malos conductores de la electricidad y su dureza.
Nacido en Tel Aviv en 1941 y asociado al Instituto Israelí de Tecnología de Haifa, Daniel Shechtman realizó sin embargo su hallazgo durante una estancia como investigador en el estadounidense Instituto Nacional de Estándares y Tecnología en 1982.
Al estudiar una aleación de aluminio y manganeso de aspecto extraño, Shechtman decidió recurrir al microscopio electrónico, que le reveló una imagen aparentemente ilógica: una estructura con simetría décupla, un tipo de cristal que la Tabla Internacional de Cristalografía de la época ni siquiera recogía, una imposibilidad.
Tras someter al cristal -luego conocido como cuasicristal o sólido cuasiperiódico- a varios experimentos, para descartar que se tratase de una agrupación simétrica de cristales idénticos, descubrió que en realidad su simetría era quíntupla, igualmente imposible en las concepciones científicas de la época. Cuando presentó su hallazgo, se encontró con la incomprensión y las burlas de sus colegas, y su jefe en el laboratorio acabó invitándole a abandonar el grupo de investigación. Un intento inicial de publicar un artículo sobre el descubrimiento en una prestigiosa revista fue rechazado, aunque gracias al apoyo de otros colegas, que concordaron en la veracidad de sus investigaciones, salió a la luz en noviembre de 1984.
Obtener una amplia difusión en un medio reconocido provocó aún mayores críticas en el mundo de la cristalografía, una ciencia cuya verdad fundamental -que todos los cristales consisten de patrones que se repiten de forma periódica- quedaba amenazada.
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