La primera mujer que apareció en La Paz, —1548, año de la fundación— se llamó Lucrecia Sansoles, esposa de Juan de Rivas. Lucrecia Sansoles abrió lugar en el tambo del cacique Quirquincha, sobre el Churupampa, campo de los caracoles, y allí reunió a los 41 hombres de España que llegaron con Alonso de Mendoza. Y ella fue la que dirigió de hecho la fundación de la sede de gobierno de Bolivia, creando obrajes de paños y bayetas, ayudando a levantar iglesias, protegiendo a los indios. Y en los atardeceres, en las fiestas, sonando la guitarra. Ya como boliviana. A la que dirían al pasar los indígenas su piropo: “¡Tawako!” (“mujer linda”). (“El Demonio de los Andes”, José Daza Valverde).
Así da comienzo el libro Churubamba, el barrio de San Sebastián. Patrimonio Cultural de La Paz, el primero de la colección Barrios Paceños publicado por la Alcaldía en el marco del programa “Octubre patrimonial”. Esta leyenda nos traslada en el tiempo y en el espacio hasta los orígenes de la urbe de Nuestra Señora de La Paz, a mediados del siglo XVI, y relata que aunque la primera Acta Capitular de la fundación fue firmada y redactada el 20 de octubre de 1548 en el pueblo de Laja, el séquito español que acompañaba al capitán Alonso de Mendoza no se estableció allí, y se trasladó tres días después a las cuencas de los ríos Choqueyapu y Orkojawira, en el Valle del Chuquiago, en el sitio conocido como Churupampa.
“Cuatro o cinco mil indios viven en el pueblo y en sus contornos en estancias, chacras o heredades”, describen las crónicas de Diego de Mendoza. Y con el paso del tiempo, el nombre del valle se fue deformando, ya que originalmente se llamaba Chuquiapu, de los vocablos aymaras choque (oro) y apu (señor), pues en el río principal habían vetas de este mineral.
El espacio más importante de Churupampa era una plaza presidida por la casa (posteriormente tambo) del cacique Kirquinchu o Quirquincha, que controlaba política y económicamente aquel paraje. Allí se asentaron los españoles. Con la fundación de La Paz, el número de habitantes empezó a crecer y, con ellos, la economía, la cual atrajo a viajeros y comerciantes. Esto hizo necesaria la creación de espacios que ofrecieran alojamiento y lugares de almacenamiento para las mercancías. De este modo aparecieron los tampus o tambos, de los que quedan algunos vivos ejemplos.
Dos de las principales obras que se emprendieron durante este período fueron la Plaza de los Españoles y la de los Indios (ver infografía), ambas separadas por una acequia; pero ésta fue clausurada en 1860, año en que también se empedró la plaza que actualmente continúa en pie. A la par, durante la firma de la primera acta de fundación de 1548, se concedió a Alonso de Mendoza el cargo de Corregidor y Justicia Mayor. Un año más tarde, los colonos decidieron ampliar la ciudad hacia el lado noreste del río Choqueyapu (lo que hoy es la plaza Murillo y alrededores). Todo esto demuestra que La Paz tuvo como semilla a este barrio que acogió en 1559 como un habitante más a la iglesia dedicada a San Sebastián.
De barrio elitista a barrio indígena
Entre 1570 y 1580, la Ley de Indios aplicada por el Virrey de Toledo, ordenó la concentración del pueblo originario en ciertos barrios paceños para un mejor control y para la recaudación de impuestos, el reclutamiento de mano de obra y la evangelización. La misma legislación prohibía a los españoles habitar en esos reductos indígenas. Así, San Sebastián se convirtió en barrio de habitantes originarios, a los que se les permitió una administración fiel a sus costumbres. Con el tiempo, el nombre de la zona cambió de Churupampa a Churubamba y, finalmente, a San Sebastián, por el templo.
La preexistencia de infraestructuras indígenas y el traslado del centro cívico de la ciudad al otro lado del río, dieron a San Sebastián su particular estilo de calles caóticas, que no se correspondía con las calles ordenadas de la Ciudad de los Españoles. Y no fue hasta el cerco a La Paz (1781) que Churupampa vivió grandes cambios: durante ese levantamiento indígena se quemó el templo y el tambo Quirquincho, y con su reconstrucción se redujeron los ayllus (organizaciones familiares). En los alrededores, se instalaron haciendas de españoles y criollos, que se acabaron introduciendo en el barrio tras la Guerra del Pacífico (1879), pues la aristocracia se mudó a la zona huyendo de la superpoblación del centro paceño. Los pobladores originarios fueron, así, expulsados hacia las zonas periféricas.
A principios del siglo XX, San Sebastián, al igual que su vecino San Pedro, estaban organizados en una zona cívica y comercial rodeada de campos. Por ello, se los consideró distritos rurales. Pero los cambios siguieron sucediéndose: llegó el alumbrado eléctrico, el embovedado del río y las influencias de corrientes arquitectónicas (neoclásica, ecléctica, modernista y de herencia francesa) que han otorgado a San Sebastián su peculiar encanto. Así, Churubamba pasó de ser un barrio en el que la gente iba a bañarse al Choqueyapu, a ser una zona enclavada en el corazón de la urbe, donde se concentra parte importante de las actividades comerciales y culturales de La Paz.
A pesar de tanto cambio, San Sebastián no ha perdido su estilo. Es algo que se lo puede comprobar si se sigue la ruta patrimonial por vías míticas como las calles Santa Cruz o Evaristo Valle, las avenidas América e Ismael Montes... y por monumentos como el Museo Tambo Quirquincho y el templo del patrono que, desde su posición estratégica, son la esencia de este barrio que guarda historia, tradición y mestizaje.
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