La orina mezclada con un ligero porcentaje de alpechín puede capturar de manera estable y durante más de seis meses varios gramos de dióxido de carbono (CO2) por litro, según se desprende de una investigación española publicada la revista Journal of Hazardous Materials.
El océano, el suelo, las rocas y los árboles actúan como sumideros de carbono, pero están lejos de los focos de contaminación donde hay mayores emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo CO2.
Por eso el investigador Manuel Jiménez Aguilar ha sugerido que, para absorber este gas, se utilicen residuos humanos, agrícolas y ganaderos como la orina, un recurso disponible en todas las sociedades humanas, que se produce de forma continua en grandes proporciones y está cerca de los focos de contaminación de las urbes.
“Por cada molécula de urea contenida en la orina se produce un mol -unidad química para medir la cantidad de sustancia- de bicarbonato amónico y otro de amoniaco que podría ser usado para capturar un mol de CO2 atmosférico”, ha explicado a la agencia SINC el investigador.
Tras absorber el CO2, se produce otra unidad de bicarbonato amónico, usado en China como fertilizante nitrogenado durante 30 años. “Si se aplicara en suelos básico-cálcicos produciría carbonato cálcico que podría favorecer la fijación del gas en el suelo”, indica Jiménez Aguilar. En total, el investigador calcula que “las emisiones de CO2 podrían reducirse hasta un 1 por ciento ”.
Para evitar la descomposición de la urea, el investigador plantea la posibilidad de incluir una pequeña proporción de alpechín, es decir, el líquido negruzco y fétido que se obtiene al centrifugar la pasta de aceituna, que actuaría como conservante.
El fluido creado podrá introducirse en las chimeneas de casas o fábricas (reconvertidas en recipientes para acumular la mezcla orina-alpechín) para que el gas de efecto invernadero pase a través del líquido, aumente la presión sobre el CO2, y por tanto incremente su capacidad de absorción.
De aplicarse esta metodología como absorbente de gases de efecto invernadero, los usos de las aguas residuales y residuos sólidos de los países industrializados ya no volverían a ser los mismos. El autor del estudio insinúa que todo el sistema de tratamiento de aguas y basuras se revisaría para adecuar las nuevas urbanizaciones a un sistema de reciclado y aprovechamiento de estos residuos. Además, el reciclaje de orina en cada domicilio permitiría recuperar nutrientes y reducir las necesidades de fertilizantes artificiales.
“Si la orina y heces se reciclan en origen, se podría ahorrar agua –del orden de 20 litros por persona y día– y se reducirían los costes de tratamiento de las aguas residuales”, recalca Jiménez.
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