tradición boliviana aprovechar los feriados largos de carnaval para viajar.
Chile es muy cómodo de visitar porque está cerca, los controles migratorios no requieren de pasaporte, uno puede pasar con sólo el carnet de identidad y las distancias son accesibles para cubrirlas en un día.
No tomamos muy en serio la preparación del viaje, no hay tiempo. Trazamos una trayectoria en la mente: La Paz - Patacamaya - Tambo Quemado - Arica - Iquique - Pisiga - Oruro - La Paz.
Ni siquiera consultamos al “tata” Google ni compramos el GPS; no llevamos ningún mapa, sólo unas preguntitas por ahí y decidimos salir a las seis de la mañana del sábado, en el auto.
Nos interesa el mar en verano y el clima cálido; a los niños, McDonald’s; a las mamás, shopping y a los papás las ideas para negocios.
Sabemos que en la frontera está la última oportunidad para llenar el tanque con gasolina nacional, ¡ojalá que alcance hasta la vuelta!
Nos sorprendemos con la kilométrica fila de camiones bolivianos de carga que tratan de cruzar la frontera para pasar los carnavales en suelo nacional.
En Chungara nos retrasa la fila de pasajeros que desean cruzar la frontera en los buses y autos particulares. Llegamos en mal momento, la fila es de más de 100 metros. Nos toma tres horas pasar todos los controles, pero por fin entramos a la ruta que nos lleva al mar.
Lo primero que hacemos llegando a Arica es visitar la calle 21 de Mayo y el famoso restaurante con la gigantesca letra M. En la fila casi todos son bolivianos, se abrazan, se saludan; ves a viejos conocidos.
Al día siguiente, después de visitar la feria de los domingos de Arica, buscamos la ruta para llegar a Iquique. El camino está muy bien señalado, los carabineros son amables y comprensivos.
Tres horas después nos encontramos con el pueblo fantasma de la oficina salitrera Santiago Humberstone, fundada en 1872 y que dejó de funcionar en 1960.
Reflexionamos un poco sobre el destino de nuestra historia, viendo las barracas abandonadas de la fábrica; quién se imaginaría que un día el salitre jugaría un rol tan importante para tres países.
Nos queda una hora para llegar a Iquique. Por fin el ojo descansa en la espectacular vista del océano Pacífico y la puesta del sol de película.
Iquique, ciudad portuaria, asentada en una pequeña planicie entre el mar y las montañas de arena. Aunque en la ciudad hay muchos rascacielos, sus habitantes la consideran un pueblo grande.
Nos apuramos para llegar a la playa, por fin sentimos los largos atardeceres y aunque el reloj marca las 20:00, las playas todavía están llenas de gente.
Incluso después de la puesta fenomenal del sol, la gente no se apura en abandonar las playas, aún disfruta de la atmósfera y la calidez del anochecer; los surfistas, los patinadores, los skaters continúan sus actividades, empieza el fútbol en la arena, el entretenimiento de los teatros y arte callejero, el perfomance de los lobos marinos.
Para promover el deporte, la municipalidad instaló un gimnasio al aire libre, donde uno puede ejercitarse con divertidos y útiles aparatos.
Al día siguiente nos dirigimos al “santuario” de la zona franca: Zofri, que ocupa una tercera parte de la ciudad. La zona que está abierta al público se divide en dos partes: los malls y los galpones.
Existe la sensación de que todos los habitantes de la ciudad se encuentran en las galerías de las tiendas, ¡y eso que es lunes!
A l mediodía hay enormes filas en los patios de comida. Cientos de tiendas ofrecen variedad de productos, desde papitas fritas hasta ropa exclusiva, los precios son de verano: muy altos.
En “la ciudad de los galpones”, en las tiendas para mayoristas, son muy conocidos los comerciantes bolivianos, incluso hay tiendas que trabajan exclusivamente con Bolivia.
Confirmamos que nuestros comerciantes hacen milagros para hacer que los precios sean más bajos que en Iquique, aunque no tengamos una relación directa con el mar.
Los iquiqueños nos cuentan que su puerto es visitado por comerciantes de muchos países vecinos: argentinos, peruanos, paraguayos, uruguayos y bolivianos, todo porque los impuestos son muy favorables.
Nos despedimos de Iquique con cierta ansiedad de volver otra vez para conocerla más por el lado histórico y turístico; los feriados terminan y tenemos que volver a Bolivia a retomar nuestra rutina, pero nos llevamos buenos recuerdos de este viaje que esperamos repetir.
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