La participación democrática de los miembros es la característica más conocida del modelo cooperativo de actividad empresarial, y es un aspecto fundamental que caracteriza a las cooperativas, en contraste con las empresas tradicionales.
Los miembros individuales tienen una función a desempeñar que va más allá del papel básico de cliente, trabajador o productor. En conjunto, los miembros son propietarios de su cooperativa y participan en su gestión a través de procedimientos democráticos. En términos individuales, tienen derecho a la información, la expresión de sus opiniones y la representación. En este proyecto utilizamos la palabra “participación” como forma abreviada para referirnos a este conjunto de derechos.
Hay razones suficientes para creer que el dotar a los trabajadores del derecho de expresar sus ideas en el lugar del trabajo conduce a modelos empresariales mejores, más inteligentes y más capaces de reaccionar ante las circunstancias. 1. Las cooperativas reducen la pobreza y contribuyen positivamente al desarrollo de capacidades, la educación y la igualdad de género. 2 En consecuencia, las estructuras de gestión participativa deben considerarse como una virtud económica y un valor social.
NUESTRO BENEFICIO
Los pioneros sociales que crearon cooperativas en los siglos precedentes tenían una visión muy clara: entendían que al lograr que la gente colaborara y trabajara de conjunto, podrían satisfacer sus necesidades individuales y colectivas (para acceder a bienes y servicios, o para encontrar empleo). Para ellos, la participación era el medio para lograr un fin, y no un fin en sí misma. Se implicaron y se dedicaron al proceso de crear sus cooperativas y de lograr que éstas funcionaran mejor. En muchas cooperativas de consumo, los miembros también invertían sus ahorros en la cooperativa, lo que elevaba su interés en mejorar el desempeño.
El carácter consumista de las economías desarrolladas contemporáneas es muy distinto. Gracias a los actuales sistemas de transporte, la multiplicidad de proveedores que compiten entre sí, y con fecha más reciente el poder de Internet, la falta de acceso se ha visto sustituida en muchos casos por una amplia gama de opciones. Estas circunstancias no sólo podrían socavar la necesidad de iniciativas de autoayuda en el nivel comunitario, sino que en el nivel individual pueden conducirnos a que seamos más apáticos, o displicentes, o sencillamente más haraganes. ¿Para qué querría participar? ¿Para qué invertir mi tiempo libre en actividades colectivas, en lugar de hacer algo más placentero?
Las duras realidades de un mundo que cambia a velocidad vertiginosa ya están empezando a responder esa pregunta. El análisis de las tendencias globales indica que la primera de las tres tendencias globales es “el empoderamiento de los individuos, lo que contribuye al sentido de pertenencia a una misma comunidad”.
Desafío Los factores pulsores para el cambio
* El surgimiento global de la clase media, conectada entre sí por una multitud de redes. Como resultado, los ciudadanos querrán una mayor capacidad de decidir su futuro que las generaciones anteriores.
* Una mayor conciencia de que las demandas y preocupaciones de la gente de muchos países distintos convergen entre sí, con aspiraciones compartidas y agravios compartidos. Esto contrastará directamente con la escasa capacidad de los gobiernos para ofrecer bienes públicos, en especial los relativos a mejorar la calidad de vida, lo que dará lugar a una frustración de las expectativas.
* Una mayor presión de la sociedad civil para participar directamente en la vida política. La mayor participación y los conocimientos más amplios, conjuntamente con la creciente frustración de las expectativas, podrían conducir a tensiones, revueltas y conflictos. Los movimientos juveniles de 2011 –de cuyas filas, probablemente, surgirán muchos integrantes de la élite del poder en 2030– están conscientes de los problemas que encara la democracia representativa.
En este contexto, la participación se convierte en un fin en sí mismo, una manera de responder a la acumulación de poder en las manos de una pequeña élite, un modo de desafiar los antiguos hábitos de las generaciones previas, que, por lo visto, están fracasando. Ësto implica el deseo de participar en toda una serie de instituciones (y cuando se presenta la oportunidad, la voluntad de mantener dicha participación). De modo que también aquí la participación se está convirtiendo en uno de los activos más valiosos del movimiento cooperativo.
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