jueves, 7 de marzo de 2013

Siwa, el oasis egipcio

El oasis de Siwa es el enclave berebere más oriental de África, ubicado cerca de la frontera con Libia. Cuando Egipto abrió la carretera entre Marsa Matruh y Siwa, en 1985, el oasis se convirtió en un destino favorito para los turistas que quieren ser testigos de un estilo de vida anclado en el pasado.

Desde entonces, los 30.000 habitantes que forman la población de esa zona han mantenido sus costumbres, aunque también han tenido que adaptarse a los aires de modernidad.

Sus vecinos han vivido tradicionalmente de la agricultura, el turismo y la artesanía. Pero a estos recursos se les ha añadido últimamente otro: el contrabando.

La caída del régimen del libio Muamar Gadafi y la inestabilidad en Egipto tras la revolución que acabó con Hosni Mubarak han traído el revuelo necesario para que los que introducen mercaderías ilegalmente crezcan a sus anchas.

Lugar histórico

Y es que Siwa no es un lugar como otro cualquiera. En sus arenas se han escrito algunas de las páginas más hermosas e inquietantes de la historia.

Alejandro Magno, en el año 331 a.C., acudió a los sacerdotes del templo del Oráculo de Amón, ubicado en Siwa, para que éstos lo reconociesen como hijo de Zeus. Así, una vez deificado, el gran conquistador tendría los augurios a favor para convertirse en señor de un gran imperio.

Los restos de la población antigua reciben el nombre de “shali”, un grupo de casas de apariencia casi fantasmagórica construidas con barro y sal y cuyos pilares son troncos de palmeras.

Uno de los relatos más estremecedores que rodean a Siwa es el que hizo el gran historiador griego Heródoto, considerado por muchos como el primer periodista de la historia.

En sus crónicas, Heródoto recoge cómo el rey Cambises II de Persia (524 a. C.) mandó un ejército formado por 50.000 hombres para tomar el oasis y someter al Oráculo de Amón. Los soldados nunca llegaron a su destino. Una tormenta de arena sepultó para siempre al poderoso ejército persa de Cambises y frustró sus anhelos de expandir su imperio.

Pero el oasis deja rastros todavía más antiguos en la historia. Hace sólo cinco años, una misión arqueológica descubrió las huellas de un hombre prehistórico con dos millones de años de antigüedad.

Puerta de los bereberes

El oasis se considera como la entrada oriental a “tamazga” (la tierra de los bereberes). La gran mayoría de su población mantiene aún las tradiciones de este pueblo desde hace casi 3.000 años.

La población está formada por 12 tribus, diez de las cuales son de etnia berebere, que se comunican con un idioma propio.

También hunden sus raíces en el pasado más remoto las fuentes termales que esconden sus palmerales, como el llamado “baño de Cleopatra”, tan antiguas que algunas fueron mencionadas por el cronista Heródoto cinco siglos antes del nacimiento de Jesucristo.

Matrimonio entre hombres

Una de las tradiciones más particulares y controvertidas de Siwa es el matrimonio entre hombres, recogido por cronistas como el oficial británico Claude Scudamore Jarvisen en su libro Desierto y Delta.

Los agricultores, llamados “zagala” en el dialecto local, contraían matrimonio con sus empleadores para que éstos les protegieran de los ataques de los beduinos, y sólo recuperaban su libertad para casarse con las mujeres cuando alcanzaban los 40 años.

Hasta la mitad del siglo XX, esa práctica fue común entre los vecinos del oasis, pero las autoridades de El Cairo intervinieron para prohibirla.

Contrabando

Siwa ha cambiado mucho en los últimos tiempos. De paradisíaco oasis que atraía a los escasos turistas que afrontaban las 12 horas de carretera desde El Cairo, ha pasado a ser un paraíso para contrabandistas.

Según explica un investigador militar argelino, que pidió el anonimato, el lugar se convirtió en una zona segura para los contrabandistas que traen armas, vehículos robados y hachís marroquí desde Libia, y que sacan a ese país alcohol y estupefacientes.

A finales de febrero del año pasado, un grupo de contrabandistas prendió fuego a tierras pertenecientes a jeques tribales, lo que causó la destrucción de unas 16 hectáreas de tierra agrícola. ¿Su propósito? Castigarles por su colaboración con las autoridades egipcias.

En mayo, la guardia fronteriza egipcia frustró, a pocos kilómetros al sur de Siwa, una tentativa de introducir en Egipto un gran arsenal de armas que incluía 50 misiles y casi 100 mil municiones de diferentes calibres. En la misma operación se incautaron 120 kilogramos de hachís.

Motorizados sin placa

Los beneficios del contrabando han repercutido visiblemente sobre la vida cotidiana de la localidad. Muchos campesinos están ampliando sus casas o construyen nuevos hogares, y los agricultores han cambiado los burros, su medio de transporte habitual, por motos. Hasta los menores de edad pueden gozar ahora del lujo de tener una moto, algo que no se ve con tanta frecuencia en otros pueblos del Egipto rural.

Mientras, coches sin matricular o registrados en Libia circulan por las calles de la población con toda libertad. “Es el dinero fácil del contrabando”, sentencia Ali Ruhaim, recepcionista en un hotel del oasis (EFE Reportajes).

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