Irom Sharmila es una activista del secesionista noreste de la India que lleva en ayuno los últimos 12 de sus 40 años de vida, lo que le ha convertido en la persona con más tiempo en huelga de hambre en el mundo.
Su protesta tiene el objetivo de denunciar las atrocidades del Ejército indio en su región natal de Manipur, y desde su inicio las autoridades la fuerzan a alimentarse, para lo que se valen de sucesivas condenas de un año por “intento de suicidio”.
Sin embargo, días después de iniciar su huelga de hambre contra la Ley de Facultades Especiales de las Fuerzas Armadas -que, afirmó, da “impunidad” en la región al Ejército-, Sharmila fue por primera vez arrestada bajo la acusación de querer atentar contra su vida.
En el hospital carcelario emplean siempre el mismo método para mantenerla con vida: tres veces al día dos enfermeras le inyectan vitaminas, proteínas y carbohidratos líquidos por la nariz, algo que la Organización Médica Mundial considera “degradante e inhumano”.
La activista comenzó su protesta el 5 de noviembre de 2000, tras el “asesinato a manos del Ejército de diez personas inocentes en una parada de autobús” en el pueblo manipurí de Malom en “represalia”, asegura, por una emboscada de grupos secesionistas.
La vista preliminar de un juicio que con seguridad conducirá a una de esas condenas se celebró esta semana en Nueva Delhi, adonde se la desplazó desde Manipur para presentarse ante la corte que la juzga por haber llevado en 2006 su protesta hasta la capital india.
Durante su estancia en Manipur, Sharmila estuvo alojada en la casa (regional) de Manipur, donde concedió una entrevista a EFE en la que recordó que el también Mahatma Gandhi recurrió a las huelgas de hambre, en su caso para librar a la India del yugo británico.
“Aunque sigo los principios de Mahatma Gandhi, el padre de la nación, (las autoridades indias) no son capaces de respetarme, de escuchar mi voz, de hacer justicia por mi uso de la no violencia”, afirmó con voz débil, en una entrevista, después de más de una década de efectuar la extrema medida.
“Hemos sido testigos de tantas violaciones, torturas, desapariciones... Me dije como mujer que debía dar lo máximo para recordar al Ejército, a las autoridades, que lo que están haciendo es horrendo, terrible”, dijo Sharmila, envuelta en un chal blanco.
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