- Du-rante la década del 20, Chicago se rindió a los pies del famoso gangster Al Capone, un hijo de inmigrantes italianos nacido en Nueva York, que con su sangre fría y falta de escrúpulos, transformó la ciudad en campo de tiro del crimen organizado.
Películas, series de televisión y libros sobre Capone han destacado su legendaria maldad. Pero un nuevo libro de Lawrence Bergee, intitulado “Capone; El hombre y la época”, demuestra que el gangster también tenía otras facetas.
“En distintos momentos, fue alcahuete, esposo tierno, asesino, contrabandista de licor, mártir, ciudadano ejemplar, antihéroe y enemigo público número uno”, declaró por entonces Bergreen a Reuters en una entrevista.
En su libro, Bergreen presenta pruebas de que el tan temido mafioso, inmortalizado en películas como “Scarface”, no era como el “padrino” de otro filme sobre la mafia, sino un hombre complejo que solía ser también generoso y compasivo.
Aunque Capone dominó de manera notoria la prostitución y el tráfico de licor en Chicago, su generosidad, tanto en público como en privado, no recibió el reconocimiento que se merecía.
Según Bergreen, Capone compartió su fortuna mal habida. Durante la crisis de la década de 1930, financió un comedor de beneficencia en Chicago con capacidad para 5.00 personas.
También arrojaba dólares de plata de su automóvil y daba propinas extravagantes. Sin embargo, otros expertos sobre la vida de Capone discrepan con la visión que tiene Bergreen del mafioso como un ser inescrupuloso y malintencionado.
“Capone daba propinas de 50 dólares porque quería distinguirse de los que daban cinco”, sostuvo un cronista de los “gangster” de Chicago, Jerry Gladden. Bergreen defiende su punto de vista con el argumento de que son inciertas algunas de las leyendas sobre la perversidad de Capone.
“La policía amplió, tergiversó y fraguó documentos”, dijo.
Bergreen citó como ejemplo los cuentos que difundió el agente Eliot Ness, a quien se le atribuye la captura del mafioso, quien exageró desmesuradamente las hazañas de Al Capone.
“Yo descubrí que Eliot Ness era un alcohólico mujeriego y que inventó mucho de los encuentros con Capone en su libro Los intocables”, dijo el autor.
La crónica de Ness sobre su búsqueda de Capone fue transformada en una nove-la de detectives por su colaborador, Oscar Fraley, agregó Bergreen.
El comportamiento de Capone era voluble, ya que fustigaba a sus subordinados pero podía ser extravertido y simpático en público, indicó Bergreen.
En el verano o después de un asesinato particularmente sensacional, Capone abandonaba Chicago y se iba a una pequeña cabaña que tenía cerca de un lago en Lansing, Michigan, donde era un favorito de los niños.
“Ellos lo consideraban una especie de Flautista de Hamelín, ya que les compraba vestidos a las niñas y caramelos a todos”, refirió Bergreen.
Una vez, cuando regresó a Chicago tras una estadía en su lugar de retiro, el ma-fioso juró que dejaría el crimen organizado y que se dedicaría a actividades lícitas.
“Pero nunca lo pudo hacer. Fue debido en parte al hecho de que se había ganado una fama que no podía eludir y también porque amaba el ambiente, los privilegios y la plata”, dijo Bergreen.
“La combinación del prejuicio contra los italianos en Estados Unidos y de la ley se-ca ayudó a formarlo”, añadió.
Los críticos de la versión de Bergreen coincidieron en que Capone podía ser ge-neroso, pero sostuvieron que a pesar de sus actos filantrópicos, se debe recordar como el asesino despiadado que fue.
“Creo que Bergreen exagera la bondad de Capone”, expresó Mike Duffy, uno de los gerentes del restaurante-museo “Capo-ne” en Chicago.
Otro biógrafo del mafioso, Robert Scho-emberg, quien discrepa con la visión de Bergreen, calificó al gangster como un ma-niático del control.
“Capone era ciclotímico, generoso un segundo, vengativo el otro. De John Torrio, su maestro y antecesor, aprendió a ser un hombre de negocios agudo”, dijo Schoem-berg.
“Fue el contrabandista de licor más temi-do y sin escrúpulos de la época de la ley seca”, agregó.
Capone hipnotizó a Estados Unidos al frente de un brutal imperio criminal de 100 millones de dólares al año.
Nunca fue enjuiciado por ninguno de los delitos que cometió como hampón, aunque al fin y al cabo, fue condenado por evasión fiscal y cumplió ocho años de cárcel en la prisión de máxima seguridad en la isla de Alcatraz, en las costas de San Francisco.
Cuando recuperó su libertad, ya sufría de demencia provocada por la sífilis, y se retiró a su villa de Florida, donde murió en 1947. (Reuter).
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