Felix Baumgartner, el austríaco que el pasado día 14 rompió la barrera del sonido en caída libre, recordó ayer desde Salzburgo, su ciudad natal, su "salto a lo desconocido" con que, aseguró, logró que el mundo "contuviera el aliento".
"Tenía una vista abrumadora", rememoró en una rueda de prensa al referirse a los instantes previos a su salto desde 39 kilómetros de altura.
"Sabes lo mucho que has logrado. Y entonces tienes que dar el salto. Un salto a lo desconocido", definió el deportista desde las instalaciones que el patrocinador del proyecto, la empresa de bebidas Red Bull, tiene en Salzburgo, a donde Baumgartner llegó el viernes.
El antiguo instructor de paracaidismo del Ejército austríaco insistió ayer en que con su hazaña de hace dos semanas terminó su carrera como deportista de alto riesgo.
Joe Kittimger, mentor del austríaco y que en 1960 se arrojó al vacío desde 31 kilómetros de altura, recordó las dificultades y riesgos que se vivieron, como cuando la visera del casco de heló durante unos momentos, un problema que, de no haberse solucionado, habría añadido más riesgo al salto.
"Felix tenía el pulso a 160. Creo que el mío iba a 200", confesó Kittinger sobre esos momentos de tensión.
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