El turismo tradicional plantea al viajero una agenda de distracción y relajamiento, que busca la visita a lugares tradicionales que tienen los países, como ser su riqueza arquitectónica, las ciudades antiguas, las enormes metrópolis, los sitios religiosos, y también los balnearios y las playas. Hoy en el mundo se desarrolla un turismo que atrae a millones de personas que sale de los conceptos tradicionales. Nos referimos al turismo a partir de hechos históricos, lo que comprende situaciones dramáticas y dolorosas en la vida de los pueblos y las naciones. Visitar los lugares que han determinado hechos extremos de dolor y tragedia a los seres humanos, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen Nazi implantó campos de concentración donde fueron llevados contra su voluntad millones de judíos. Hay que comprender esta categoría turística que sale del ámbito del turismo tradicional. Visitar los campos de concentración y exterminio de Auschwitz situado a unos 60 kilómetros al oeste de Cracovia en Polonia, significa la vivencia de miles personas que soportaron años de un cambio y de una historia terrible, que nos llevan a comprender los hechos en la proximidad y en la vivencia personal.
EL CAMINO
El cielo es gris, está nevando, estoy parado en una antigua estación esperando el transporte que nos llevaría a Auschwitz, lugar que no podía imaginar en toda su magnitud e importancia. Comienza el recorrido, estoy sentado en el bus con al menos veinte personas que buscan y quieren conocer lo que pasó en esos campos. Empiezo a comprender que este viaje a Auschwitz busca concienciar a los visitantes, sobre las grandes tragedias de la humanidad, precisamente este es el objetivo. Objetivo que más tarde cuando terminó la guerra, un grupo de prisioneros polacos que logró sobrevivir al nazismo empezó a promocionar la idea de conmemorar a las víctimas por medio de la visita a estos campos recuperando información, testimonios y vestigios que habían quedado de los años infernales vividos por las personas que se resistían a los nazis. El camino hacia Auschwitz empieza a volverse largo, tengo ansiedad de llegar a este lugar, se me viene a la mente las impresiones descritas por Primo Levi, antiguo prisionero y conocido escritor, quien en uno de sus párrafos de sus memorias describe al campo: “Fue entonces cuando por primera vez nos dimos cuenta que en nuestro idioma no había palabra para expresar esta injuria, esta destrucción del hombre. En un instante, en una afluencia de intuición casi profética, se nos reveló la realidad: habíamos descendido hasta el fondo. Más bajo ya no se podía descender, una existencia humana más miserable no existía, no se podía ni pensar”.
A través de los cristales empañados del bus, observo con atención el manto blanco con el que son cubiertos esos campos y pueblos fríos, se siente soledad, todos los pasajeros van callados, están petrificados viendo las líneas del ferrocarril, por las cuales eran transportadas miles de personas con su destino marcado por la visión nazi de “una nueva Europa” que Adolf Hitler había planteado al llegar al poder en 1933. Una visión de odio a la democracia, el marxismo y a los judíos, con la convicción de que Alemania era una nación que estaba por encima de las demás.
El terror de millones
Después de dos horas de trayecto, en que solo recordé aquellas imágenes rememorativas de las víctimas de Auschwitz, mis ojos se exaltaron al ver cientos de kilómetros de cerca alambrada, que en el pasado estuvo electrificada con letreros amenazantes que daban temor a los prisioneros, si es que intentasen huir del campo, pero también recuerdo haber leído que esa valla cargada de alta tensión fue el escenario para quitarse la vida de muchos de los prisioneros que no soportaban las condiciones aniquiladoras del campo. Llegamos a Auschwitz, el campo nazi de la muerte en Oświecim-Brzeninka, donde descendimos a paso lento, sintiendo las primeras ráfagas de un frío penetrante. Al entrar al campo de Auschwitz lo primero que llama la atención es ese letrero cínico en alemán “Arbeit macht frei” que significa “El trabajo hace libre”, el cual sobrecoge en la razón y el alma por el dolor que sufrieron miles de seres humanos que cada mañana tenían que verlo al ir a trabajar. Trabajo que no los hacía libres, más aún los aniquilaba. Recorremos el lugar, vienen imágenes de un sitio de martirio y exterminio. Luego comprendo que es el símbolo del Holocausto, el cual se lo cataloga como el símbolo del racismo, del homicidio, xenofobia y de la infracción de los derechos humanos, donde la intolerancia ha cobrado la vida de miles de seres humanos.
Caminamos por la primera parte del campo denominado Auschwitz I, lugar donde están las oficinas de las autoridades alemanas. Asimismo, los bloques de edificios que recibían a los prisioneros en los primeros años de funcionamiento del campo. También se encuentra la cárcel central, los sótanos de los castigos y a lo lejos podemos ver una pared rodeada de flores, es el Paredón de la Muerte, en el cual se dieron la mayor cantidad de fusilamientos.
Seguimos el recorrido. Ahora nos dirigimos a la segunda parte del campo llamado Birkenau, también denominado Auschwitz II- Birkenau considerado el más grande de los campos nazi.
En este trayecto nos acompañan cuatro grupos de visitantes, cada grupo está diferenciado por un color, este color está colocado en el pecho de cada visitante.
Esto me hace pensar que hace más de 70 años en este mismo lugar seleccionaban, a los judíos deportados, quienes por medio de engaños, las autoridades alemanas les prometían un nuevo lugar para trabajar y residir. Los deportados sólo podían llevar un equipaje de 50 kg el que contenía ropa, alimentos, objetos de uso personal, entre los más importantes. El viaje hacia el campo era en condiciones inhumanas por varias horas. Al llegar al campo abandonaban los vagones de los trenes que arribaban a una plataforma de descarga con una vía muerta que se encuentra en Birkenau. En este lugar se establecieron la mayoría de las instalaciones para el exterminio masivo, en el que se encontraban cámaras de gas y crematorios y dos cámaras más de gas provisionales. Una vez que los deportados judíos descendían al campo, los médicos de las SS realizaban la selección, eligiendo a aquellos que podían ser capaces de trabajar en los subcampos de Auschwitz, donde se instalaron empresas alemanas relacionadas a las áreas metalúrgicas, militares, y mineras. Entre estos subcampos, el más grande fue Buna denominado Auschwitz III-Monowitz.
En cuanto a las mujeres embarazadas, enfermos, niños y personas consideradas inútiles eran trasladados hacia las cámaras de gas. El traslado era por medio de engaños, les prometían un baño y reunirse con su familia, esto con el fin de evitar el pánico y la rebelión. Una vez que este grupo era introducido a la cámara de gas, las puertas eran herméticamente cerradas y los SS procedían a echar en el interior cristalitos saturados de cianuro de hidrogeno. Los cuerpos inertes eran despojados de sus dientes en los cuales se encontraban metales preciosos, se les cortaba el pelo para la elaboración de tela de crin. Posteriormente, los cuerpos eran incinerados en los hornos crematorios. Si bien Birkenau tenía la función de ser el campo del exterminio masivo, también constaba de las “viviendas” de los presos denominadas barracones, que eran de madera caracterizadas por el hacinamiento y las condiciones precarias de vida.
Barbarie convertida en museo
El Museo Nacional Oświęcim-Brzezinka fue creado con el fin de que peregrinos y visitantes rindan homenaje a los asesinados; proteger los campos, recoger y acumular pruebas, ya que muchas de estas fueron quemadas por los nazis para borrar sus crímenes en vista de la ofensiva del Ejército Rojo que se acercaba a Oświęcim a finales de 1944.
En el Museo se conserva una enorme cantidad de documentos nazis y materiales del movimiento de resistencia de prisioneros, junto a miles de objetos encontrados en los terrenos de Auschwitz. Además de relatos recogidos después de la guerra, memorias, declaraciones testimoniales y películas que sirven para facilitar el conocimiento de los hechos.
El Museo es un culto a la historia donde se conserva la memoria de las víctimas del campo, víctimas concretas, de carne y hueso que fueron deportadas y que en la mayoría de los casos murieron allí.
Auschwitz quiere decir algo que nunca nos imaginamos. Hay que estar en esa tierra, en ese momento y en esa circunstancia que evoca uno de los momentos más difíciles de la humanidad.
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