Inspiradas en la Alhambra de Granada, en las naturalezas muertas pinceladas por Matisse y en unas simples mariposas revoloteando sobre un bañista, siete monumentales esculturas del español Manolo Valdés tomarán desde hoy el Jardín Botánico de Nueva York.
“Me siento muy compensado con lo que esta ciudad me ha dado, no puedo pensar cómo podría haber sido mejor, no podría haber imaginado hace un tiempo que iba a tener todas estas exposiciones públicas”, explicó en una entrevista con EFE Valdés (Valencia, 1942), quien vive hace más de dos décadas en la Gran Manzana.
Feliz por haber sido elegido por el botánico para instalar allí sus obras hasta mayo del año que viene, el renombrado escultor pensaba que ya había “agotado” una ciudad en la que ha expuesto en innumerables lugares, desde el Bryant Park hasta la avenida Broadway, pasando por el prestigioso Metropolitan o el Museo de Arte Moderno (MoMA).
Pero ahora ese jardín, situado en el barrio neoyorquino del Bronx, acogerá unas creaciones de más de cinco metros de altura y cerca de 16 metros de ancho, que fueron fundidas en su estudio de Madrid y trasladadas en barco hasta la ciudad de los rascacielos, donde permanecerán durante ocho meses.
“Queremos que atraviesen las cuatro estaciones del año, ya que las esculturas al aire libre van cambiando a medida que cambian las estaciones en un lugar como el botánico, que es exterior, que tiene los árboles y la nieve y cosas tan distintas”, aseguró el valenciano.
Férreo defensor de mostrar sus obras en las calles, donde puedan ser tocadas por quien las observa, el artista celebra que en esta exposición no vayan a necesitar ningún tipo de valla protectora, porque así “no hay nada que se interponga entre el espectador y la escultura”.
No solamente la escala de las obras ha tenido que ser adaptada a este nuevo escenario, en el que tendrán que convivir con gigantescos árboles, arbustos y flores, sino también los mismos materiales con los que están fabricadas, dejando atrás el bronce, “que se mimetiza más con el verde del entorno”, para dar paso a aluminios y aceros.
Cuatro de las esculturas, que según el botánico neoyorquino crean un diálogo entre el arte y la naturaleza, son creaciones previas que han sido adaptadas para esta exposición, mientras que las otras tres han sido diseñadas por el artista expresamente para Manolo Valdés: Monumental Sculpture.
Entre ellas sorprende la monumental Alhambra, un guiño a su país natal, con la que ha buscado un “efecto de transparencia, de celosía, para que en medio aparezca el aire”, y que gracias a su gran escala para esta muestra permite incluso que los visitantes caminen a través de ella.
“Curiosamente en una de mis visitas al botánico ellos tenían una exposición en la que habían recreado las plantas de la Alhambra. A veces hay temas tan universales que se puede coincidir sin saber que el vecino también está interesado y lo trata de una manera totalmente distinta y complementaria”, explicó Valdés.
La bienvenida
Decoración La exposición arranca con Quiomar, instalada en la puerta de entrada al botánico y que da la bienvenida al visitante con una de las características cabezas femeninas de Valdés, decorada con un tocado de filigranas de helechos como los que se pueden ver en esos jardines.
Opinión “Valdés encuentra más que inspiración en sus pinturas, las utiliza como pretexto para crear un nuevo objeto”, explica una galería sobre obras como Fiore, inspirada en un lienzo de Matisse.
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