El cooperativismo y el desarrollo son categorías inseparables y siempre aparecerán ligadas, en mayor o menor grado, cuando se trate de avanzar a una fase superior del primero.
El desarrollo del cooperativismo y de sus partes (las cooperativas) también se encuentra ligado al desarrollo en sentido general, entendido en sus cuatro dimensiones básicas: territorial, económico, humano y sostenible.
Hoy es ampliamente aceptado el punto de vista de que desarrollo y necesidades humanas son componentes de una ecuación irreductible y que el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. De ahí que el desarrollo solo pueda ser medido en términos de calidad de vida de los individuos y las colectividades, buscando una sociedad democrática con ciudadanos libres y prósperos.
Y esto es obvio, ya que ante la presencia de un crecimiento económico que no resuelva lo social, no redistribuya el ingreso y no fortalezca la democracia no se podría hablar de desarrollo.
Pero, es necesario advertir, sin crecimiento económico y mayor productividad tampoco es posible reducir los desequilibrios sociales y afianzar la democracia. En consecuencia, el desarrollo auténtico requiere de encontrar alternativas capaces de enfrentar los retos del bienestar general.
Hay básicamente dos condiciones para asumir conscientemente estas apuestas. De un lado, debe entenderse que el cooperativismo es un movimiento autónomo e independiente, que ha de actuar de tal manera para enfrentar con certeza las amenazas y oportunidades del medio ambiente.
Del otro lado, el cooperativismo debe asumir posición frente a los retos del desarrollo territorial, precisando propuestas que puedan concertarse con las demás fuerzas sociales.
Cooperativismo
El concepto primordial del crecimiento
Aunque se pueden formular diversas pautas que orienten esa formación de sistema, la principal de ellas se concibe como el entendimiento de que el desarrollo, como concepto aceptado universalmente, está directamente entrelazado con los ideales del cooperativismo.
Sin embargo, para lograr ser protagónicos en la construcción de una sociedad más justa hay que orientar el propio desarrollo del cooperativismo, potenciando actividades productivas cooperativizadas, tarea que de manera especial se le otorga al cooperativismo de producción y trabajo y la única manera de posibilitar este propósito, es adelantando un proceso de intercooperación efectivo.
Si el cooperativismo pretende insuflar unos valores y métodos de operación, con los cuales incidir en el desarrollo económico, social y territorial, tiene que hacer grandes esfuerzos por desarrollar su propia estructura ideológica, social y económica. Proceso que implica, primariamente, conciencia de integración; y si hablamos de conciencia, hablamos de educación. Es por esta razón que la sobrevivencia del cooperativismo y de sus ideales depende de la educación: de su regla de oro. De ahí que hacer posible el desarrollo comienza con un amplio ejercicio educativo en todos los niveles. Si hay compromiso con la educación habrá conciencia del desarrollo y de intercooperación, rompiendo el círculo vicioso del individualismo y el aislamiento.
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