domingo, 30 de septiembre de 2012

Muestra recorre la historia del perfume a través de la Biblia

La historia impresa del perfume no se limita al acto superfluo de admirar cuerpos hermosos en publicidades de revistas de moda, sino que puede leerse incluso en las páginas de la Biblia, donde lo profano se convierte en sagrado y donde cada aroma, en apariencia anodino, evoca un encuentro místico.

Perfumes antiguos, fragancias bíblicas es el título de la exposición que el Museo Internacional de la Reforma, en Ginebra, acaba de prorrogar por el gran éxito recibido de la crítica y del público.

En la antigüedad, el perfume respondía a cuestiones de orden religioso, sagrado, pero conforme pasaron los siglos, las fragancias comenzaron a adquirir un valor terapéutico, de higiene y de prevención de contagio de enfermedades, para finalmente adquirir un uso esencialmente hedonista.

La exhibición muestra 12 ingredientes aromáticos que son citados con asiduidad en la Biblia hebraica, pero también en el Nuevo Testamento.

Los más conocidos son la mirra y el incienso que los Tres Reyes Magos ofrecen al bebé que acaba de nacer en Belén, o el nardo que usa una mujer para perfumar la cabeza y los pies de Jesús de Nazaret.

“¿Por qué este desperdicio de perfume? Se podía haber vendido y distribuir el dinero entre los pobres”, se indigna un testigo de la escena. Y Jesús responde: ‘Me está perfumando anticipadamente mi cuerpo para la sepultura’”, cita el Nuevo Testamento.

Una propuesta singular

La muestra es, literalmente, un recorrido olfativo por los libros que millones de judíos y cristianos en el mundo consideran el texto más sagrado que existe.

Los aromas están a disposición del visitante, que puede sentir los efluvios tras o antes de haber leído uno de los pasajes de la Biblia donde se le cita.

Una de las esencias más conocidas y que, en la práctica aún se usa, es el incienso, símbolo de la alianza de lo humano y lo divino.

La reina de Saba le ofreció al rey Salomón; los Tres Reyes Magos al niño Jesús; Nerón lo utilizaba como ungüento para curarse las heridas de su cara tras una noche de orgía; las iglesias católicas y romanas aún lo usan, mientras que las iglesias reformadas lo han suprimido para concentrar la atención de los fieles a la escucha de la palabra sagrada.

La mirra es utilizada en la Biblia como instrumento de seducción femenina -lo usa Esther como aceite de masajes antes de encontrar al rey Assuérus- pero especialmente como ritual, dado que es el principal elemento del aceite de unción, y es usado para calmar las heridas de Jesús luego de la crucifixión.

Finalmente, la exhibición se aleja de lo sagrado para adentrarse en lo práctico con tres “perfumes históricos”, compuestos, muchos de ellos, por varias de las esencias que se presentan individualmente en la exposición.

El perfume real, muy usado en la antigüedad antes de nuestra era; el agua de ángel, especialmente apreciado en el Renacimiento, y el perfume antipeste, uno de los únicos métodos para prevenir la enfermedad.

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