¿Qué hacemos para conservar a Dios en nuestra vida? La psicóloga Rissett Loayza cuenta que durante años se planteó muchas veces esta pregunta hasta que decidió emprender la búsqueda de respuestas y se unió a un grupo de estudio de la metafísica.
En La Paz hay cientos de seguidores de esta corriente filosófica que -según quienes la cultivan- brinda el conocimiento necesario para alcanzar una “chispa divina”, es decir, crecimiento espiritual.
Ahora, Loayza dirige cinco diferentes módulos de estudio y meditación que se reúnen semanalmente y por separado. Así, asegura, no sólo consiguió despejar sus dudas, sino que se tranformó en una “facilitadora” de esta corriente, por lo que puede brindar -a través de charlas y sesiones periódicas- algunas herramientas y conocimientos a las personas que deseen “encontrar un camino”.
En la sede de Gobierno, además, hay otros centros de metafísica, cada cual con sus características y tendencias específicas, pero con el mismo horizonte: abrir un camino de ascensión que posibilite la comunión con Dios.
Marina Garai y Rubén Gamarra -cada uno por su lado- también exploran las nociones de la metafísica y coinciden en que es la mejor manera de “alcanzar la divinidad y ser uno con Dios”.
Discrepa con ellos el sacerdote católico Giovani Arana, para quien la metafísica es una “concepción filosófica” que no debe considerarse desde lo religioso, pues sólo brinda ideas y conocimientos parciales. “Toman mucho de diversas religiones -afirma-, toman algo del catolicismo, de la filosofía budista'”.
Plan divino
“La metafísica te ayuda a conocer tus potencialidades y ponerlas en práctica. Estudia todo lo que no está visible, lo que está más allá de lo físico”, dice Loayza.
Garai coincide en ese pensamiento y considera que con esta rama “el ser humano busca el ser; es un estudio que va mas allá de lo físico, donde se recuerda a la persona lo que (muy dentro suyo) ya sabe, que es el vivir en armonía con el planeta y con ellos mismos”.
Uno de los pilares fundamentales de la metafísica es la búsqueda de la “chispa divina”, entendida como el despertar del ser interior que tenemos todos, según explica Gamarra.
“Busca el despertar de esa chispa, con la que se empieza a manifestar todo lo que la persona vive internamente, que es aceptar el plan divino de perfección”, añade Loayza, quien entiende que el fin de la existencia es ser feliz, porque Dios da todas las herramientas para serlo.
Según este pensamiento, todo ser humano se reencarna, lo que le permite “ascender” y conseguir la iluminación como paso previo a la divinidad. Para Garai, la metafísica ayuda a vivir la vida de la mejor manera posible para así lograr la iluminación (ascender a un siguiente plano y volver a ser uno con Dios).
“Llegar a la iluminación es un estado de conciencia pura de ser uno con Dios, reconocer que está dentro tuyo y alrededor tuyo”, comenta Gamarra, quien entiende este nivel como “volver al origen; volver a ser Dios”.
Garai complementa y asegura que la reencarnación es una manera de mejorar constantemente. “Vuelves (reencarnado) para arreglar lo que has desarreglado, te dan la oportunidad de volver y reencarnar hasta que logres hacer todo bien”, sostiene.
El estado superior
Los metafísicos buscan esa ascensión, que en última instancia no es otra cosa que llegar a la diestra de Dios Padre para no tener que volver a encarnar para seguir aprendiendo todos los conceptos olvidados.
“Hay seres tan inmensamente grandes que decidieron no irse y están esperando a que todos nosotros salgamos de este atolladero”, dice Garai.
Y Gamarra comparte esa idea, al explicar que los maestros “ascendidos” se quedan para iluminar a los demás. “Creemos que todas estas personas que han influido en la humanidad son maestros ascendidos que se han convertido en faros de luz y nos iluminan para que sigamos esos caminos hasta la iluminación”.
Entre los maestros más conocidos que lograron ascender figuran Jesús y Buda, según explican los tres metafísicos, aunque existen otros más. “Jesús es el más recordado porque caminó dentro del mundo y nos enseñó que podemos llegar a la iluminación y a la ascensión”, afirma Loayza.
En definitiva, la metafísica supone un proceso de crecimiento espiritual con un solo gran fin: volverse uno con Dios.
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