martes, 4 de septiembre de 2012

Maravillosa Galicia

Galicia se convierte en un destino privilegiado en España todo el año, pero especialmente en los meses calurosos, porque el clima es agradable y da refugio a aquellos turistas que huyen de las altas temperaturas, además de esperar con los brazos abiertos a todos los que emprenden el famoso Camino de Santiago.

Aunque el viajero no puede obviar las grandes urbes de Galicia, para intentar un viaje diferente es recomendable perderse un poco por el camino para conocer las zonas rurales de las cuatro provincias: Coruña, Lugo, Pontevedra y Orense.

Si se viaja en coche, es posible hallar pequeñas casas perdidas entre el verde de los montes. En ellas habitan gentes que crían su ganado, tienen pequeños huertos, fabrican su propio vino, quesos y pan y muchos que curan sus propios jamones.

A los gallegos se les conoce por ser amigables y hospitalarios, y está bien ganada esa fama. Si el viajero tiene suerte y se topa en su camino no convencional con algún agricultor, con seguridad éste le invitará a tomar café con pan.

Tesoros naturales

En un rincón de la costa de Lugo, cuando baja la marea, se revelan los tesoros. En la “playa de Las Catedrales” o “playa de Aguas Santas”, es posible ver riscos monumentales que curiosamente aparecen como arcos y cuevas.

Estas perforaciones se han formado en los acantilados por los cientos y cientos de años que el agua ha chocado contra ellos. Esa conversación ríspida y constante entre olas y roca ha dejado una vista espectacular donde los turistas acuden a tomar fotos, caminar o nadar entre las cuevas.

Uno de los responsables de que Galicia tenga sus montes siempre verdes es la lluvia. Así como los esquimales tienen decenas de palabras para referirse a la nieve, los gallegos tienen unas 70 propias para nombrar a la lluvia dependiendo de su intensidad, temperatura o forma.

Así, el barruzo, froallo, orballo o babuxa (una lluvia muy fina) suele caer en casi toda la región, por lo que es recomendable llevar calzado adecuado para caminar y un impermeable o paraguas.

Si se ha aventurado y ha decidido adentrarse en los montes, el viajero puede toparse con algunas cascadas que en su desembocadura forman pequeñas piscinas naturales donde es posible nadar en verano, pero casi imposible en otoño o invierno, cuando la temperatura baja y, en las partes más altas, nieva.

Los caminos de los pequeños poblados suelen estar rodeados de flores como hortensias o girasoles, presentes en casi todas las casas de campo al lado de los huertos de maíz, calabaza, lechuga, patata y tomate.

El rincón más lejano

Santiago de Compostela, además de ser la capital de Galicia, es algo así como “la tierra prometida”, al menos para los peregrinos que se aventuran en el famoso “Camino de Santiago”, que tiene variantes en el inicio de la ruta, pero todas paran en la catedral de esta ciudad.

Los peregrinos que se refugian cada noche bajo un cielo tapizado de estrellas brillantes tienen entre sus sueños el día en que llegarán al lugar donde se encuentra el sepulcro del apóstol Santiago. Algunos de ellos recorren a pie todo el norte de España y otros más llegan andando desde Francia, aunque esta ruta también se puede hacer a caballo o en bicicleta, por ejemplo.

El camino puede hacerse por motivos religiosos, como experiencia de supervivencia, como deporte, como un reto personal o por la razón que sea, pero es una tradición que ha acogido Galicia desde la época medieval.

Al entrar al casco viejo y alzar un poco la vista, se percibe la catedral y su fachada barroca, construida a partir de 1075 sobre restos de edificios de periodos anteriores, algunos de ellos de origen romano.

Si se ha perdido entre los edificios de la Universidad de Santiago de Compostela y no encuentra cómo llegar a la catedral, siga las huellas de moluscos en el suelo que indican el destino final. Una vez en la plaza del Obradoiro, aparecerán los rostros felices y fatigados de los peregrinos que han cumplido su misión. Ahora es turno de entrar al edificio y ver dónde han dejado los zapatos, literalmente, estos aventureros.

Idioma y tradiciones

Así como sucede en otras comunidades de España, como el País Vasco o Cataluña, al entrar a Galicia se puede escuchar una lengua distinta del castellano: el gallego. Si se tienen nociones básicas del portugués o italiano y se pone mucha atención, es posible entender a los gallegos, pero casi imposible hablarles en su idioma.

Aunque la mayoría de los gallegos habla español, existen algunos poblados alejados de las grandes urbes donde, sobre todo la gente mayor, casi no habla español.

De acuerdo con datos de la Xunta de Galicia, el gallego es hablado por el 91% de la población y es tanto la lengua cotidiana como la que se habla en el Parlamento, en las escuelas y en los medios de comunicación.

“Hace más o menos una década, el gallego comenzó a ponerse de moda”, explica Verónica López, oriunda de Mondoñedo en Lugo. “Cuando éramos adolescentes se veía mal que un gallego no hablara el castellano, pero ahora todos nos sentimos orgullosos de nuestra lengua y aunque sepamos castellano, al llegar aquí, sólo existe el gallego”.

Y así como cuidan y defienden su lengua, lo hacen con ciertas tradiciones. Lugo tiene sus fiestas medievales, una de las cuales se celebra en la población de Mondoñedo (a 40 minutos de Lugo), donde, año tras año, la segunda semana de agosto, los habitantes levantan un mercado medieval al que acuden todos disfrazados de personajes de aquella época.

La comida, la bebida, las ceremonias, todo está estrictamente controlado para que tanto los habitantes como los turistas experimenten un viaje al pasado.

De Galicia corren muchos rumores, y ninguno tan sabroso como comprobar que son buenos cocineros. Aunque su especialidad son los frutos del mar (percebes, mejillones, vieiras, pulpo), también saben elaborar buena carne de cerdo en el guiso de zorza, en lacón rebanado o dentro de una empanada.

Los bares ofrecen pequeñas degustaciones de estos platos por medio de las tapas, que son gratuitas si se pide una bebida.

Lo mejor para solicitar para acompañar una comida copiosa es la crema de orujo y los vinos ribeiro y albariño (EFE Reportajes).

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