domingo, 23 de septiembre de 2012

Las cuevas se convierten en fuente inagotable de nuevos antibióticos

A simple vista, las cavernas, los microbios y los antibióticos no parecen tener mucho en común. Sin embargo, estos ambientes aislados pueden esconder la clave para entender mejor la lucha constante contra las bacterias resistentes a los fármacos.

Los antibióticos son una suerte de llave química que puede encajar perfectamente en la cerradura molecular para matar a las bacterias. Los antibióticos imitan los patrones celulares para bloquear, unir e incluso colapsar las estructuras críticas dentro de una célula.

Como resultado, la bacteria no puede funcionar y se descompone o se muere.

Los antibióticos son, además, muy específicos: tienen la capacidad de identificar y atacar -sin equivocarse- una célula bacteriana en un mar de células humanas. Son la bala mágica que se convirtió en el descubrimiento más importante del siglo XX.

Químicamente, los antibióticos son mucho más complejos que las drogas contra el cáncer o los antivirales. Son algo así como una tela de araña de patrones intrincados formados por uniones químicas.

De todos los antibióticos que aparecieron en el mercado en los últimos 60 años, el 99% deriva de otros microorganismos, mayormente de las bacterias y los hongos que hay en la tierra. Pero esta fuente se agota.

Hambruna constante

Las cavernas son entornos aislados, formados por la erosión del agua durante millones de años. En estos ambientes, donde no ingresan los rayos del sol ni los nutrientes de la superficie, los microorganismos se ven obligados a adaptarse y a vivir en una hambruna perpetua. Una de las muestras de una cueva produjo 38 componentes, incluyendo lo que parece ser un novedoso antibiótico.

Para poner esto en perspectiva: se han descrito menos de 100 antibióticos y una muestra tomada en una cueva produjo más de un tercio de lo que hay.

¿Pero qué es lo que hace que las bacterias de las cuevas tengan tanto potencial para el desarrollo de antibióticos? La respuesta está, probablemente, en el aislamiento.

Estas bacterias fueron recolectadas en Lechuguilla, una cueva aislada y profunda formada hace cuatro millones de años por la acción del ácido sulfúrico del agua subterránea, en el estado de Nuevo México en EEUU.

Sin embargo, dado que su tamaño es diminuto, sus opciones son limitadas: no tienen dientes para morder o garrar para defenderse. Lo que hacen, en cambio, es usar sus sorprendentes capacidades biosintéticas para sintetizar antibióticos y matar a la competencia.

Pese a que estos organismos vivieron en aislamiento durante millones de años y nunca pudieron haber estado expuestos a antibióticos hechos por el hombre, mostraron resistencia a casi todos los que están en uso en la actualidad. Así como pueden producir una multitud de antibióticos, algunos también son resistentes a una gran cantidad de ellos. Uno mostró resistencia a 14 antibióticos diferentes. Se identificó incluso un mecanismo de resistencia nuevo (BBC).

Los microbios crean antibióticos y matan a sus competidores.

La práctica del tai chi eleva el volumen cerebral
Científicos de la Universidad de Florida (EE UU) y de la Universidad Fudan de Shanghái (China) han demostrado que los adultos que practican tai chi tres veces por semana tienen mayor volumen cerebral y mejores resultados en test de memoria y razonamiento.

Los resultados se publican en la revista Journal of Alzheimer’s Disease.

El grupo de personas que no practicó este ejercicio durante el mismo período de tiempo (ocho meses) sufrió una ligera reducción en el tamaño del cerebro, que se relaciona con el envejecimiento, el deterioro cognitivo y la demencia. Entonces, lo que cabe es iniciar la práctica de este arte.

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